Drogas: ¿de qué hablamos?

“La mayoría de los políticos saben que las leyes antidrogas no funcionan”
—David Nutt

Cuando en nuestro país se habla de drogas suele asociarse a una “cosa” amorfa, una gran bolsa peligrosa, llena de maldad pura que representa a las sustancias prohibidas en la mayoría de casos. Pero esta concepción es ambigua e imprecisa y además desinforma. No es todo lo mismo. En general se deja de lado que día a día utilizamos sustancias peligrosas o drogas duras que gran parte de las y los lectores seguramente tienen en casa. Por ejemplo: el azúcar, alcoholes, harinas refinadas, medicamentos de prescripción médica como psicofármacos, ansiolíticos, antidepresivos, etc.


Pero, ¿de qué hablamos cuando nos referimos a droga?

El diccionario de la RAE la define como una “sustancia mineral, vegetal o animal, que se emplea en la medicina, en la industria o en las bellas artes” o como una “sustancia o preparado medicamentoso de efecto estimulante, deprimente, narcótico o alucinógeno”.

Como es de esperar, en este tipo de palabras envueltas en un halo de penumbras, resulta difícil precisar realmente su etimología, pues para la RAE viene del vocablo árabe hispánico “ḥaṭrúka” que significa literalmente “charlatanería”, otras corrientes señalan que proviene del persa “droa” que significa “olor aromático” o del hebreo “Rakab” que quiere decir “perfume” o del árabe “drawa” que significa “paja”. Sin embargo, para la mayoría de expertos actuales el término “droga” proviene de la influencia de las definiciones anglosajonas, donde “drug” procede del francés antiguo “drogue” que a su vez proviene del término holandés “droog” que significa “materia seca”.

A pesar de que el vocablo en sí no expresa algo positivo ni negativo sobre el objeto que define, en poco más de medio siglo la sociedad ha recibido un entrenamiento mediante la educación y la publicidad consumista, para inculcar una predilección por ciertas sustancias y conductas que nos ofrece el mercado.

También nos ha sido inculcado que toda sustancia psicoactiva es dañina y que toda persona que la consume es “enferma”, es “mala”, es “delincuente” o “criminal”. En estos casos la pregunta de trasfondo es ¿cuál es el delito? ¿qué tiene de criminal una persona usuaria medicinal de cannabis por epilepsia refractaria, neuropatía, por cáncer o por asma (que busca mejorar su calidad de vida), por uso religioso o de meditación, o simplemente por uso lúdico? A decir verdad el único crimen que cometen las personas que usan drogas es que deben acceder a la sustancia por medios ilegales, debido a la prohibición absoluta.

Por otro lado, nuestro lenguaje cotidiano influenciado por las políticas prohibicionistas de los últimos cincuenta años, suele ser peyorativo sobre las sustancias psicoactivas y las personas que las utilizan. El prohibicionismo dio lugar a la desinformación y estigmatización de las personas que usan ciertas drogas.

Para ser más precisos en lo que estamos diciendo y mejorar la calidad de la comunicación; si queremos actualizar nuestro lenguaje es importante que términos perfección vayamos ando nuestro vocabulario.. De esta manera nos aseguramos de decir lo que realmente queremos decir.

Actualmente en nuestro país se utilizan términos peyorativos para referirse a las personas que usan drogas (PQUD) al punto de igualar los tipos de uso de sustancias y embolsarlo todo como consumo problemático, cosificando a las PQUD en general y en especial a aquellas que padecen realmente de una adicción y que necesitan acceso a servicios de salud.

En otras regiones y costumbres los términos de cómo nos referimos a quienes usa drogas varían un tanto de los términos usuales en El Salvador, como “drogo”, “marihuano”, “marihuanero”, “adicto”, “drogadicto”. Estas palabras son peyorativas, discriminadoras e incorrectas. Es de suma importancia reconocer que la palabra adicto/a es incorrecta para referirse a las personas que usan “drogas” (PQUD). De todas las personas que consumen drogas un porcentaje muy pequeño es el que llega a tener uso problemático de estas. En la mayoría de los casos, el consumo no llega a ser nunca problemático al punto de necesitar intervencin profesional.

Me explico, para que no existan mal entendidos: no por consumir alguna sustancia psicoactiva una persona pasa a ser automáticamente un usuario problemático. No por tomar el vino en la santa cena/eucaristía o por tomar una o dos cervezas el fin de semana (sustancia psicoactiva = alcohol) una persona está enferma de alcoholismo.

En el artículo anterior sobre “Plantas Sagradas, Plantas de Poder” aclaramos algunos términos y conceptos que iremos profundizando. Primero debe diferenciarse entre las sustancias. No es lo mismo una sustancia que otra, cada una tiene sus particularidades.

Acercamiento a la clasificación de los tipos de uso de las drogas:

Podemos hablar de diversas maneras de clasificar las drogas: dependiendo su origen, su efecto, por su estatus legal, por su composición farmacológica o por su nivel de riesgo, etc.
Por su uso podemos pensar en estas categorías:

Uso medicinal: una persona usa la sustancia de manera puntual, intermitente o habitual para aliviar alguna dolencia física, psicológica y/o emocional.

El uso lúdico o recreativo, se trata de aquel cuando se consume una sustancia en eventos sociales o en busca de un momento de satisfacción de las necesidades básicas narcisistas.

El uso espiritual se da cuando una o más personas consumen una sustancia psicoactivante con fines meditativos o para acceder a otros estados de conciencia en busca de conexión con la Trascendencia.

Uso abusivo o excesivo, es cuando se consume una sustancia en dosis altas. Puede estar atado a situaciones concretas, como reuniones sociales, o puede ser un consumo abusivo regular, como tomar grandes cantidades de alcohol sólo los fines de semana. Estos son quienes abusan, se exceden en el uso de las o la sustancia.

Uso crónico: cuando una persona consume una sustancia habitualmente por un largo período.

Uso problemático: cuando la persona tiene una relación problemática con la sustancia. Es decir, que por un lado consume en exceso, y por otro la sustancia se ha vuelto el centro de su vida. Todos sus esfuerzos se concentran en conseguir la sustancia y todo pensamiento gira en torno a la misma. De esta manera la persona se encuentra en un círculo vicioso por una dependencia física (alcohol, psicofármacos, heroína) o por una dependencia psicológica (cocaína, medicamentos sintéticos, placebos) y le resulta difícil salir de este círculo y desintoxicarse. Estos son los casos que necesitan más concretamente ayuda profesional del área de salud, (no del poder judicial) para recuperar su independencia y autodeterminación, pues recordemos que una persona no es adicta, sino más bien padece de una adicción. No es algo definitivo, constitutivo, sino que se trata de una etapa de uso problemático. No todas las personas con usos problemáticos necesitan tratamientos de internación, hay muchas técnicas para trabajar sobre conductas adictivas.

En oposición al uso en exceso, abusivo y problemático está el uso responsable. Este consiste en que la persona usuaria actúe con responsabilidad y sea consciente de la sustancia que quiere consumir, o ya consume, que conozca los efectos primarios, secundarios y consecuencias que puede tener para su persona a nivel físico y psicológico, así como para su entorno social y familiar.

Entre las sustancias legales es bastante irónico que muchas son fuertemente tóxicas, incluso mortales, pero al estar en manos de farmacéuticas y otras industrias son socialmente adecuadas y toleradas.

La prohibición tiene poco sentido

Cuando se prohíbe una sustancia, el poder considera que cualquier cambio a dicha política va contra sus intereses y pasa de ser algo objetivo, basado en los hechos y la ciencia, a convertirse en un problema de doble moral, de demagogia política; al fin y al cabo, una resistencia de quien ejerce el poder ciegamente.

El psiquiatra y neuro-psico-farmacólogo británico David Nutt se ha especializado en la investigación de fármacos que afectan el cerebro y postula que debe respetarse lo que él llama “fronteras naturales”, que serían dadas por el alcohol y el tabaco. Según esta propuesta, si una droga es más peligrosa que el alcohol, como la heroína, la metanfetamina o el crack no deberían venderse y su uso debería restringirse a la investigación.

Al mismo tiempo se debe aceptar y reconocer que si una droga se considera científicamente menos perjudicial que el alcohol (en una sociedad que permite el alcohol) no tiene sentido prohibirla, pues resulta inconcebible que se prohiban drogas más seguras que el alcohol, como son el LSD, MDMA y las psilocibinas las cuales se utilizan y se han utilizado para tratamientos médicos de diversa índole.

A las formas de control actuales le interesan las sustancias que estimulen para rendir, o las que adormecen si somos conscientes de la cruda realidad y la decadencia en la que se encuentra el sistema. Por supuesto, las sustancias que amplíen la visión o favorezcan la introspección y la espiritualidad son demonizadas y supuestamente combatidas con altísimas inversiones, que finalmente sólo favorecen a las industrias bélicas y al crimen organizado.

No se trata de buscar la legislación perfecta que sustituya el decreto número 153 de la Ley Reguladora de las Actividades Relativas a las Drogas (LRARD).

Se trata de despojarnos como sociedad de las ataduras del fanatismo, la doble moral y la ignorancia que se nos ha inculcado por intereses económicos foráneos.

Se trata de reconocer que nuestro conocimiento sobre las drogas y el cerebro es cambiante y evoluciona constantemente gracias a la ciencia y la relación que como humanos tenemos con las drogas.

Los políticos no pueden frenar esto, ni deben ser indiferentes a la situación en la que nos encontramos debido a las políticas actuales de drogas en sus múltiples aristas, ni deben ignorar al pueblo, a las personas que finalmente deben tomar decisiones sobre las drogas que consumen, como las consumen y para qué las consumen.

La decisión de consumir o usar una droga es una elección muy íntima y personal. Debemos buscar las herramientas y criterios para discernir si es conveniente y conducente el uso que le estamos dando a las drogas que consumimos. Recordemos que cuando hablamos de drogas tenemos que analizar también el tipo de consumo de las drogas legales como tabaco, el alcohol, el café, el azúcar, medicamentos recetados, antidepresivos y ansiolíticos, chocolate, etc. Es elemental comprender, aunque cueste procesarlo, que las drogas no son malas ni buenas, depende cómo se las usa. Esa es la clave. Lo importante es ser responsable con uno mismo y el entorno.

Por lo tanto, porque el consumo de drogas es parte de la vida de las personas, es fundamental la reforma a las actuales políticas de drogas que sólo enfocan desde lo penal y represivo y que obligan a las personas que las usan a comprar al mercado negro.

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