Otro día gris. Mucha bruma y algunas gotas de lluvia acompañan el minuto de silencio que Francia decretó el lunes 16 de noviembre por el duelo nacional. Tres días han pasado ya desde ese viernes negro que ensombreció a la capital de la cultura y del amor, y los franceses aún se sienten conmocionados. Son las doce en punto del mediodía. Todos se repliegan sobre sí mismos para meditar sobre lo que pasó y pensar en esas víctimas de la intolerancia. 60 segundos pasan y la decano de la Facultad de Letras de la Universidad de Ruan, Anne Lise Worms, rompe el silencio con voz temblorosa; dice: “No cedamos ante el miedo y el oscurantismo”. Y es en ese momento cuando Fabienne Leconte, Profesora de Universidades, título que corresponde a quienes son profesores e investigadores en el sistema educativo francés, y co-responsable del equipo de investigación de sociolingüística y didáctica de la Universidad, me dice: “Es difícil. Nuestra vida va a cambiar de ahora en adelante. Atacaron la cultura, e entretenimiento y la heterogeneidad… esos “quartiers” (colonias) donde iba la gente que se mezclaba, los que no entendían de racismo, los que convivían con la gran variedad de nacionalidades y culturas que existen en Francia”.
Vamos a su oficina, la cual comparte con otra colega. En una esquina se encuentra su escritorio, donde además hay una computadora que ha sido reemplazaba por su laptop. Los únicos colores que adornan este espacio son los de su blusa verde y los de los libros que inundan su escritorio.
¿Qué sentimientos despiertan estos atentados en los franceses?
Hay un estupor frente a la masacre. El número de muertos es verdaderamente terrible. Hay miedo, pero también la impresión de que la sociedad francesa puede –rectifica-, que una parte de la sociedad puede replegarse en sí misma. Puede haber más tensión y radicalización. Hay temor de otros atentados. Quizá debamos aprender a vivir con eso. Pero además hay un sentimiento de incomprensión. Esta gente (la que perpetró los atentados) está demente; disparar así, al azar, sobre la gente, es un tipo de locura. Ninguna ideología puede justificar actos de barbarie de este tipo.
¿Cree que estos atentados provocarán cambio en los hábitos de los franceses?
En los hábitos… eh… , no. Había mucha gente ayer en los bares de París –lo dice con una sonrisa-. El sentimiento de resistencia es fuerte. Algunos tendrán miedo, pero otros continuarán con sus vidas, saliendo, como una manera de ejercer resistencia. Lo que fue atacado esta vez, como en enero (en referencia a los atentados contra el periódico Charlie Hebdo), fue la libertad, la cultura y además la diversión y el deporte, es decir una forma de vida a la francesa. Ese sentimiento de libertad que hace que uno pueda comer en una terraza de un restaurante en un día con buen clima y tomarse una cerveza aunque uno sea mujer –dice mientras sonríe, insistiendo en la palabra mujer-. La gente no quiere renunciar a eso – y retoma la seriedad-. Pero sí es probable que haya un aumento del racismo. Es probable que un cierto número de políticas vuelquen a la gente, unos contra otros. Sin embargo yo pienso que una sociedad abierta es la que nos puede salvar. La respuesta puede venir de la gente. La mejor protección es la sociedad civil. Un aumento de medidas de protección y de justicia es obviamente necesario para guardar el estado de derecho, pero es la sociedad, la implicación de los ciudadanos, la que hará que algunos atentados sean detectados antes de que sucedan.
Ayer Francia envió unos aviones bombarderos a Siria en respuesta a los atentados. ¿Qué piensa de esta medida?
Creo que es un acto simbólico. Es la respuesta. Que sea una medida eficaz, no lo sé.
¿Cree que esto provocará aún más atentados? ¿Otra respuesta de estos grupos?
No. Francia ya estaba en el visor de estos grupos primero por ser un país laico, luego porque hay muchos jóvenes franceses en Siria. (Durante los atentados) encontraron un pasaporte sirio, pero es obvio que es una manipulación, puesto que los únicos que fueron identificados entre los kamikazes eran franceses.
Algunas personas señalan que es la consecuencia que vive Francia por haber intervenido en Siria. ¿Qué opina de esto?
Creo que el problema es más complejo. Eso es como justificar los atentados, y no se pueden justificar. Esa premisa no es correcta. No se trata de que sea correcta o falsa, se trata de que no es aceptable, porque es como decir que una acción justifica otra. Pero una barbarie de ese tipo no se justifica. No podemos dividir al mundo en buenos y malos. Lo que estos grupos hacen es exterminar a los que no comparten su ideología. No están lejos de repetir la historia de los nazis.
[El celular interrumpe la entrevista. Se trata de una amiga de la profesora Leconte que quiere saber si ella y su familia están bien. Silencio, seguido de las palabras “estoy en shock, en shock…”. La conversación sigue. Ella me sonríe y me hace señas para que espere, mientras cuenta cómo fue de difícil su clase de la mañana, con un ambiente denso. Cuando finaliza se disculpa y me dice que me pidió que me quedara pues su conversación tenía que ver con lo que estábamos hablando. Me explica que dar clases ese día fue difícil. Los estudiantes estaban en shock y no querían hablar.
“Pero hay que hablar”, dice. Es la mejor manera de salir adelante, añade: “Hay que dar clases para mostrar que la vida continúa”. Leconte imparte la cátedra de Políticas Lingüísticas y Educativas para estudiantes de máster. En su clase tiene estudiantes de distintas partes del mundo: estadounidenses, birmanos, argelinos…]
¿Cómo reaccionaron sus estudiantes cuando habló del tema?
Estaban atontados. No sabían cómo reaccionar. Es difícil para un extranjero ver que esto pase en un país símbolo de cultura y libertad. Además muchos de nuestros estudiantes pasan su fin de semana en París, tienen amigos ahí. Frecuentan esas zonas, justamente porque se trata de la parte bohemia de París, donde todas las culturas se mezclan.
[Un grupo de argelinas estaban muy incómodas mientras tratábamos el tema. Saben que, muy a su pesar, representan el obscurantismo que se le imputa a los grupos extremos, pese a que obviamente no por ser musulmán se comparten ideologías extremas ni terrorismo. Sobre todo porque estas estudiantes son todo lo opuesto. Para comenzar son mujeres, están en Francia estudiando y son maestras de francés en su país, lo que hace que tengan una mente más abierta al multiculturalismo –Es la segunda vez que Leconte insiste en el hecho de ser mujer. Justamente porque éste género no tiene las mismas libertades que los hombres en los países musulmanes -. Creo que esperaré a que se calmen las aguas, para volver a tratar el tema, añadió. Es importante hablarlo]
¿Sabe de algún estudiante o profesor que haya estado en París durante los atentados o que haya perdido familiares o amigos?
Sabemos de dos colegas de la zona que fallecieron. Uno es un colega de la universidad de Caen y el otro era amigo de un amigo. Justamente es lo que pasa, todos tenemos conocidos, amigos y familiares que viven en París. Afortunadamente no sabemos de ningún estudiante o profesor nuestro que haya fallecido ese día. Yo tengo un sobrino que vive justo arriba de “Petit cambodge” (uno de los restaurantes atacados), pero ese día salió de viaje y estaba en Le Havre (una ciudad de Normandía). Lo que más choca es que donde se realizaron los ataques son zonas populares. La gente se va a vivir ahí porque hay trabajo y porque es más barato. Son zonas multiculturales, símbolo de convivencia y de cultura. Símbolo de lo que es Francia.
Foto principal: Minuto de silencio en la Universidad de Ruan. 16 de noviembre de 2015.
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