¡Sí se pudo!

Los días los llevo contados. En agosto recién cumplimos seis años de vivir fuera de casa. Guatemala. Una llamada telefónica nos alertó de que vendrían tiempos difíciles y de que nuestra familia estaría vulnerable a cualquier ataque; la única forma de continuar con vida fue abandonar el país. Sin duda fue la más dolorosa decisión. Ya estaban Liam y Diego. El más grande de mis hijos a sus nueve años tiene muchas preguntas acerca de su país y la razón por la cual emigramos.

Anteriormente habíamos recibido una que otra intimidación, pero con niños la situación es más vulnerable.

Luis Deleón, periodista guatemalteco residente en Kentucky, Estados Unidos.

Luis Deleón, periodista guatemalteco residente en Kentucky, Estados Unidos.

Ejercer el periodismo en Guatemala resulta en sortearse la vida todos los días, esto sin contar los bajos salarios y prestaciones mínimas que ofrece la mayoría de medios de información. Los periodistas ejecutivos y el área de ventas se llevan la mayor parte de las ganancias económicas. Es un punto indiscutible en la actualidad y un tanto contradictorio al momento de pedir cuentas claras en los temas de corrupción o conflicto de intereses o, en otros casos, de preferencias.

Las noticias de Guatemala tienen un lugar especial en mi mente. No renuncio a la esperanza de regresar algún día pese a que no es un lugar seguro para mis hijos.

Cuando me enteré de que Otto Pérez Molina ganó la presidencia en las elecciones pasadas perdí un poco las esperanzas de retornar. La idea de quitar la corrupción gubernamental e institucional así como la inseguridad del país era remota entonces. Pérez Molina no fue un hombre coherente y al llegar a la presidencia lo reafirmó. Su talón de Aquiles más evidente fue la ex vicepresidenta Roxanna Baldetti, quien mucho antes de ser diputada por el Partido Patriota, respaldada por el partido conservador Gran Alianza Nacional (GANA), ya tenía cuentas pendientes por la deuda de una casa con cuyo pago incumplió.

Hace un par de años una colega de México me escribió por Facebook para pedirme el número telefónico de Pérez. Ella quería entrevistarle previo a las elecciones presidenciales pasadas. Busqué la libreta de teléfonos que usaba cuando fui reportero en elPeriódico. Para suerte de mi amiga, Pérez aún conservaba ese número.

El ex presidente guatemalteco siempre respondió las llamadas de los periodistas. Un guardaespaldas se encargaba a veces de atender las llamadas. Yo solía llamarlo para pedir más de alguna declaración, como lo hacía con otros candidatos. Un par de veces lo entreviste personalmente, sobre todo cuando ocurrió el caso de los diputados salvadoreños asesinados (el caso Parlacen). Tenía algunos datos. Yo sabía que él tenía acceso a más información, pero él solo se limitaba a darme lo elemental.

El rostro visible de Pérez Molina adquirió más fuerza cuando representó al ejército de Guatemala en la firma de los acuerdos de paz en 1996. El militar aprovechó ese momento para engrandecer su figura.

Años después invitó a los medios en un sector de la zona 1 para lanzar la propuesta de su nuevo proyecto, el Partido Patriota. Recuerdo ese momento: varios empresarios que hoy día se mueven por ahí le acompañaron. Se fundaba un partido de clase media y media alta respaldado también por ex militares. En el 2001 asesinaron a uno de sus correligionarios frente a la sede del partido. El caso no se investigó y Pérez solamente pronunció palabras de rechazo a la muerte de aquel pobre hombre cuyo nombre no recuerdo.

Uno de sus hombres de confianza fue Giovanny Pacay Paredes. Me tocó redactar una nota sobre este militar. Fue ahí en donde conocí los antecedentes de Pérez Molina. El ex presidente guatemalteco pocas veces río y usualmente se mantenía frío en los eventos públicos. Hoy su rostro luce diferente. Apagado.

Pacay manejó durante 20 años información confidencial y privilegiada. Fue un hombre de confianza de Pérez. Sus colegas describían a Pacay como un hombre calculador y peligroso. Extraoficialmente se sabía que realizaba informes de inteligencia para la iniciativa privada con recursos del Estado. Fue uno de los principales militares que participó en la captura del Chapo Guzmán junto a Pérez.

Antes de llegar a ser Comisionado de Gobernación durante el tiempo de Óscar Berger (GANA), se decía que Otto Pérez llevaría a varios militares con antecedentes de corrupción a su oficina. Después de consultar a varias fuentes logré reunir el nombre de 15 personas que figuraban como posibles colaboradores suyos. Al abordarlo en un hotel de la zona 10 de Guatemala, Pérez se mostró admirado al ver la lista de militares -“ y dónde sacó estos nombres”, me preguntó-; algunos de ellos eran de su promoción y con otros sostenía algún tipo de vínculo. Los nombramientos no se efectuaron, pero sus nombres volvieron a ser visibles en cargos públicos cuando Pérez Molina llegó a ser presidente.

“Mano Dura, cabeza y corazón” fue el lema de campaña; nada de este lema se concretizó, aunque nunca he creído que la humanidad necesite de la violencia para resolver los problemas sociales y económicos. La violencia incrementó. Durante este tiempo, dos amigos míos fueron asesinados y más de 10 personas, familiares de otro amigo, fueron abatidos con armas de fuego… cuatro secuestros y un sinfín de asaltos.

En los últimos cinco años los blogs de opinión y revistas online, así como las redes sociales, informaban sobre temas a los que los medios tradicionales no prestaban atención. El poder de la convocatoria a través de las redes es el mejor aliado para la población y sobre todo para los que vivimos fuera del país.

Recientemente hice un pequeño teaser con otro buen amigo sobre la migración de los jóvenes y niñas hacia Estados Unidos; la idea es producir un documental sobre este tema. De los más de 90 mil que ingresaron al norte sin documentos, más de 300 viven en el estado en donde vivo actualmente. Hablamos con unos 12 de ellos: no rebasan los 16 años de edad y en su mayoría son guatemaltecos. Además de traer angustias y nostalgia tras separarse de sus familiares por la violencia en Guatemala, también trajeron consigo muchos sueños por cumplir. Guatemala ya no es un país para vivir, dicen, cual si fuese un lema.

La directora de una escuela nos explicó que los jóvenes migrantes con mayores traumas por la violencia provienen de Siria, Irak y Guatemala. “Muchos de ellos están en terapia, la mayoría de nuestros estudiantes fueron expuestos a extrema violencia física y psicológica”, me dijo.

Casualmente, la directora de esta escuela que recibe a estudiantes migrantes es nuera de uno de los primeros antropólogos que realizó exhumaciones en Guatemala tras el genocidio que perpetraron las tropas de Efraín Ríos Montt, también en la región en que estuvo a cargo del Comandante Tito (Pérez Molina).

Pérez Molina, desde que inició su campaña presidencial, siempre tuvo el respaldo de la iniciativa privada, según se observaba en diferentes reuniones o desayunos en algunos hoteles cinco estrellas de la capital guatemalteca. Algunos medios que hoy se pronuncian en su contra le protegían años anteriores.

La sociedad guatemalteca viene probando su fuerza. Y la tiene, está en el proceso de reconocerla. Una de estas pruebas fue el tema del genocidio. Cientos de cientos de miles se manifestaban por internet. Unos en contra y una buena parte a favor. La historia se repite, esta vez con el tema de La Línea, en la que se vincula a la ex presidenta Baldetti con beneplácito de Pérez Molina en actos de corrupción. La población, además de manifestar su rechazo al gobierno así como al sistema que le rige, salió a las calles y tuvo eco en varias partes del mundo. ¡Sí se puede!

Foto destacada tomada de Flickr, con licencia de Creative Commons.

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