Sex o no sex… esa es la cuestión

Cuando las niñas vamos creciendo, una de las primeras enseñanzas que escuchamos luego de “no aceptes dulces de ningún extraño” es “los hombres solo quieren una cosa”.

Aprendemos de amigas, hermanas mayores, mamás (de las que no cambian de colores al hablar del tema), que ir a la cama con alguien antes del matrimonio es para arruinar de golpe tu reputación y lo que pudo ser. Que el susodicho se aburrirá pronto y que el siguiente que conozcas posiblemente llegará solo con la básica intención de… lo mismo.

Y así nos van llenando de miedos y paranoias sexuales atadas a lo religioso que luego nos toca administrar porque ninguna experiencia es igual a otra. Hasta que se aprende la excepción a la regla: no lo podemos saber hasta que lo sabemos.

Es decir, en este valle de lágrimas ocurre de todo: hombres y mujeres aprovechados y hombres y mujeres buscando una relación a largo plazo, hombres y mujeres por igual mintiendo y siendo honestos. Ambos géneros con corazones astillados, con amores que trabajaron bien y otros que solo dejaron un duro aprendizaje.

Todos hemos pasado por la guillotina de las ilusiones y nos ha tocado decapitar las ilusiones de otro.

Una amiga muy querida me preguntó una vez si yo había considerado que escribir estas columnas sobre sexo, relaciones y erotismo podrían dar una “impresión equivocada” sobre mí. Ella pensaba que  en esta sociedad de doble filo, no solo no se agradece hablar de estos temas, también podrían ser una especie de “etiqueta” (?) y quien me invite a salir solo lo hará pensando en lo que escribo. Le dije que mientras más se hable y escriba al respecto, más obligados estaremos a ver con naturalidad lo natural, y yo espero que a estas alturas de la vida pueda tener una conversación honesta con quien sea, sobre lo que quiere de mí y yo de él.

Y a pesar de ello, nada es seguro. Por ejemplo, saliendo con un chico hablábamos justamente de lo cansados que estamos de juegos y a los dos días lo terminé encontrando en la calle con alguien más (porque vivimos en una aldea y las mentiras no duran mucho). De igual forma puedo contar el ejemplo de un gran amigo que tuvo un golpe de realidad con su novia de años de la manera más cruel. Nada tiene que ver con que seamos hombres o mujeres o con que exista el prejuicio de “hombres putos, mujeres víctimas” o “mujeres cabronas, hombres dóciles”. Eso ha pesado tanto en nuestro ADN emocional que ya es hora de ir desaprendiendo los juegos de poder y simplemente ser uno mismo de la manera más honesta posible.

Con este amigo, hablábamos de la necesidad de decir la verdad sobre lo queremos de la otra persona. Las mujeres pueden querer sólo sexo y nada más, pero no lo dicen por el nivel de vergüenza (y de hipocresía) con que estamos educadas. ¡¿Cómo decirlo en voz alta sin que ardan un par de santos?! Los hombres por lo general quieren lo mismo, pero en lugar de decirlo, lo dan por hecho, sin que la mujer pueda compartir esa decisión o no. Y así vamos por el mundo asumiendo y suponiendo y luego preguntándonos qué pasó.

Nada pasó. Siempre hemos sido así y veo a mis amistades educando a sus hijos igual. En decisiones basadas en el miedo de arder en un infierno o en obligaciones emocionales  para procurarte el cielo. Nadie habla de hacerse cargo de las propias intenciones y aceptar sus consecuencias. Nadie educa para conocerse por dentro y por fuera y aprender a expresarlo para saber qué pedir y cómo en una relación del tipo que sea.

Nadie es malo o bueno, no hay sexo malo o bueno, es que no sabemos lo que queremos y tampoco nos atrevemos a preguntar.

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