Lo que opino de ti dice más de mi

Somos el país que promueve responsabilidad social empresarial sembrando arbolitos para vernos modernos y de primer mundo, pero maltratamos a nuestros empleados y trabajadoras del hogar.

El Salvador es ese país lleno de machitos que le dicen “puta” a una mujer porque no se parece a lo que sus madres dijeron que debía ser, mientras ellos tienen varias novias.

Somos la cultura de homofóbicos anti derechos igualitarios, pero también la cultura que mira porno de ‘girl on girl’.

Es la sociedad de ‘señoras bien’ que critican la vigilia por los Jesuitas asesinados, pero defienden a su sacerdote confeso de molestar a una niña por años. Esas mujeres suelen ser las mismas que promueven que sus hijas tengan hijos con alguien de dinero para salvaguardar herencias entre apellidos, y que no quieren saber nada de derechos reproductivos, pero juzgan la vida sexual de mujeres que no pueden acceder a esa educación sexual. Abortar en hospitales privados no es lo mismo que hacerlo en una fosa, la diferencia es poder pagarlo. Quieren el país lleno de bebés, pero no quieren saber nada de cómo se hace cada bebé.

Ese permanente doble estándar con el que vivimos me hizo querer comenzar a escribir en Revista Factum sobre esos temas de parejas, amores, calenturas, soledades, diversión, piel, juegos, mordidas, abrazos, sexo, sexo, sexo, para provocar reacciones de personas que todavía no son capaces de ver con normalidad y santa indiferencia las decisiones ajenas. Exactamente para esos cavernícolas que escriben ofensas cuando ellos mismos tienen una larga cola pateada, pero que fácilmente prenden la hoguera de su doble moral. Es muy simbólico que la forma como reaccionamos sobre estos temas —culposos e infernales— determina cómo reaccionamos en todo lo demás, porque cómo nos vemos y lo que sentimos por nosotros mismos es lo que reflejamos en otros. Lo que opino de ti dice más de mí.

Somos esa comunidad que está educada para linchar a quien sea y por lo que sea. Por eso nos va como nos va. No somos capaces de discernir por nuestra cuenta, de ponerle pausa a la crítica automática y darnos cuenta de que también tenemos cola que nos pisen; que absolutamente nada me da derecho de opinar en una vida ajena (a menos que se trate de un  funcionario y su gestión pública).

Ser mujer en este tipo de cultura es lo bastante difícil como para sumarle más prejuicios. Con una amiga platicábamos que no podemos salir temprano del trabajo a la piñata de nuestros sobrinos porque…no son nuestros hijos. ¿Se imaginan pidiendo permiso al jefe?:

– “Jefe, necesito irme temprano porque la piñata es a las 3 pm”.

Las solteras somos casi siempre las que nos quedamos trabajando tarde porque dan por sentado que no tenemos motivo para llegar temprano a casa. ¿A qué llegamos si nadie nos espera?… ¡Pues nos espera la vida! Me espera mi tiempo a solas, en silencio, con mi libro de turno y mi cena con amigos, mis celebraciones con los vecinos y mis encuentros con gente que amo tener cerca, mis películas en el cine sin que nadie me hable, mis artesanías y dibujos, mi tiempo de voluntaria en refugios de animales y asilos de ancianos. Y en verdad, ¿a quién le importa lo que hago en mi tiempo libre? Parece que no tener ataduras es un estigma, que no solo no se comprende, también se condena.

Cuando alguien me hace un comentario tipo “tenga un par de hijos y después me cuenta”, me da tanta tristeza que me quedo callada. Los hijos no son un argumento, no son una etapa, no deben crearse “porque ya toca” y ciertamente, no se hacen hijos “para no arrepentirme de no haberlos tenido”. Es un fracaso humano pensar así.

Si estoy soltera:
-¿Cuándo te casas?
-¿Tan bonita y sin novio?
-Pobre, quizás nadie la quiso
-Debería tener hijos para no arrepentirse

Si estoy de novia:
-¿Cuándo se casan?
-¡Uy! Están viviendo en pecado, no estás honrada.
-Se conformó con el único que le hizo caso

Si no quiero casarme:
-A saber qué pasa
-Quizás es lesbiana o le gusta andar con varios.
-Su familia no lo acepta.

Si me voy a casar:
-¿Estará embarazada?
-Se casa con el menos peor.
-Bueno, ya era hora.

Si ya me casé:
-El tipo de seguro tiene a otra.
-Quizás es gay y le hace el favor.
-¿Cuándo los hijos?

Si no quiero tener hijos:
-Al menos se casó, no está sola.
-¿No pueden o no les alcanza el dinero?
-La mujer no está completa sin hijos.


Y así vamos, coleccionando impertinencias y juicios de valor según nuestras decisiones. Y si no debo explicarle nada ni a mi madre a quien le debo todo, mucho menos a alguien más.

A veces pienso que nuestra misoginia es por machismo masculino, pero también somos las mujeres quienes alimentamos y perpetuamos el odio y desprestigio a otras mujeres. De hecho, nos dividimos ese odio entre ignorancia y crueldad.

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