Johanna conoció a Martín y desde entonces se unió al circo que ha sido su salvación, según asegura.

El hambre apaga la risa

La familia Guillén conserva una tradición artística de 48 años. Pero cada vez les resulta más complicado sobrevivir como artistas de circo en El Salvador. 

14 de abril de 2024

“Escuchábamos los balazos por allá, pero aún así la gente siempre venía. Siempre trabajábamos”, relata Teresa Guillén, conocida en el circo como Tequila. Así recuerda su vida durante la guerra civil, en los ochenta, en el circo Royal Star “Hermanos Guillén”.

Este circo fue fundado en 1976 por Daniel Guillén, pareja de Teresa, quien lo heredó a los hijos de ambos, Martín y David, con la condición de que nunca se fueran a separar.

A pesar de que muchas de las cosas que Teresa relata sucedieron en medio de un conflicto armado, ella no vacila en decir que “ahora está peor”. Se refiere a que, a pesar de las balas, en el pasado las funciones del circo no se detuvieron, y a que la forma de subsistencia de su familia no fue afectada tan drásticamente como hoy. 

“Después de la pandemia, el régimen de excepción ya no es lo mismo”, agrega Johana, quien forma parte del circo desde hace 17 años, cuando conoció a Martín, su pareja,  uno de los dos hermanos Guillén encargados de la administración.

En este circo hay funciones todas las noches. La entrada general es de $1 por persona. A veces, cuando hay invitados especiales, vale $2. “Se le paga la mitad al que viene de invitado, aparte se le saca el sueldo a los que están trabajando y se aparta lo de la comida”, dice Johanna.

En la función más exitosa de este año lograron recolectar $200. David, el otro de los hermanos Guillén encargado del circo, explica que no tienen un salario fijo. La ganancia se reparte entre las cinco personas que participan en las funciones, apartan lo de la comida para todos y lo que queda, que suele ser entre 30% o 40%, es destinado al funcionamiento.

“Estamos luchando con las redes sociales. Antes era raro tener televisor, la gente que no hallaba qué hacer mejor se iba para el circo para estar más entretenido, ahora ya no, ahora mejor ponen una película”, reflexiona David.

Más de 1.9 millones de personas vivieron en pobreza el año pasado, según datos del Gobierno, es decir, 55,097 salvadoreños no alcanzaron a cubrir su canasta básica alimentaria en 2023.

En sus mejores momentos, la familia de artistas del Royal Star instaló su carpa en incontables puntos entre El Salvador, Honduras y Guatemala. Ahora, encontrar un buen lugar se ha convertido en una tarea titánica.  “Hay lugares buenos y lugares malos, pero hoy todo está fregado, pero ahí vamos”, expresa David. 

Lissania Zelaya, artista y gestora cultural, señala que las personas que se dedican al arte y la cultura no cuentan con protección legal ni reconocimiento laboral dentro de las leyes. “Tampoco tenemos una política estatal que impulse el desarrollo artístico o una industria que brinde, a las personas que nos dedicamos al arte, oportunidades laborales”, comenta. 

Zelaya también explica que los artistas, muchas veces, trabajan sin garantías ni prestaciones, ya que al no contar con contratos específicos, los pagos pueden ser negados y no hay herramientas jurídicas para defender este derecho, colocándolos en situaciones económicas complicadas. “Estamos en absoluta desprotección”, afirma. 

La familia Guillén lo padece en carne propia. Es abril y se han instalado en Chalatenango. Desde ahí siguen resistiendo, a veces suspendidos en cables, a metros de altura, a veces sin agua y con otras carencias. Lo seguirán haciendo, dice David, por amor al escenario.

La pandemia de COVID-19 golpeó fuerte a la familia Guillén. Tuvieron que suspender las funciones en el circo y los hombres se dedicaron a trabajar como albañiles. Esta fue la primera vez que la familia se quedó a vivir varios meses en una casa y en el mismo lugar. "Vivimos como una persona de casa, nos levantábamos a las 6 de la mañana, trabajamos como albañiles y en la tarde regresamos. Honestamente, no nos hallamos", recuerda Martín.

Foto FACTUM/Natalia Alberto.

La familia vive en campers y donde quiera que vayan deben conseguir agua y luz eléctrica. Esa mañana, mientras David, Martín y Giancarlo trabajaban construyendo un telón para otro circo, Johana aprovechó el agua de la lluvia que recolectó durante la noche y la usa para lavar ropa sucia que puso a secar bajo el sol. En algunas ocasiones tienen acceso a agua potable, pero en verano, cuando llueve, han llegado a comprarla.

Foto FACTUM/Natalia Alberto.

Son alrededor de las 5:00 de la tarde. Para la mayoría, el atardecer marca el final de la jornada laboral, pero para los Guillén es apenas el inicio.

Foto FACTUM/Natalia Alberto.

"Del circo al hospital y del hospital al circo", recuerda Martín, su padre, sobre el día en que Giancarlo nació. Giancarlo lleva 16 años construyendo su carrera como artista circense. Por el momento no va a la escuela, pero ha estado en varias, tanto en El Salvador como en Honduras.

Foto FACTUM/Natalia Alberto.

Un incendio en uno de los campers destruyó sus docuementos escolares. Por eso, Giancarlo no ha podido continuar sus estudios, según cuenta Johanna, su mamá. Él no parece preocuparse por ello. "No planeo hacer otra cosa. Tal vez pueda ir a otros circos, pero dejar de ser artista, nunca", sentencia Giancarlo.

Foto FACTUM/Natalia Alberto.

Es alrededor de las 7:40 de la noche, en Santo Domingo, San Vicente. Se encienden las luces y empiezan los últimos detalles para la función. A diferencia de días anteriores, y para fortuna de los Guillén, esta noche está despejada. Las lluvias de los días anteriores convirtieron en lodo casi todo el lugar, pero eso no impidió continuar con el show. Lo único que podría cancelar la jornada de trabajo es una tormenta, pero parece que hará buena noche. Empiezan las pruebas de sonido.

Foto FACTUM/Natalia Alberto.

La estructura desde donde se suspende Giancarlo es construida por ellos mismos. Además de artistas, los Guillén saben sobre estructuras, electricidad y soldadura. Antes de salir al escenario, Giancarlo se persigna y se nota nervioso. "Repartir alegría a la gente" es lo que más le gusta.

Foto FACTUM/Natalia Alberto.

Johanna cuenta que en 2021, el camper en el que vivían ella, Martín y su hija Paris sufrió un incendio que consumió todas sus pertenencias, incluyendo ahorros. “Pasamos dos semanas durmiendo en el suelo”, recuerda Johanna, mientras consiguieron un nuevo camper, en el que viven actualmente.

Foto FACTUM/Natalia Alberto.

En su juventud, Teresa fue parte del Circo México y trabajó con el destacado payaso Chocolate, Eladio Vázquez. Cuenta que dejó de participar en el circo a los 50 años de edad. "El público quiere muchachas jóvenes. A una ya no la quieren. A mí me atendían varias veces", recuerda. En El Salvador, el arte circense no es reconocido como un trabajo formal, por lo tanto, Teresa no cuenta con seguro médico ni pensión, aún cuando trabajó desde muy joven.

Foto FACTUM/Natalia Alberto.

A las 8:30 de la noche, la función casi termina y es hora de los aplausos. Los Guillén recuerdan recibir mayor cantidad de público durante las vacaciones escolares en años anteriores. Esa era la mejor temporada para el circo, según la familia. Desde la pandemia, el panorama cambió. Ellos creen que es por la diversidad de opciones de entretenimiento con el internet y celulares. David relata que ha llegado a ver a varios asistentes usando sus celulares durante la función.

Foto FACTUM/Natalia Alberto.

Al Circo Royal Star "Hermanos Guillén" le queda una semana en Santo Domingo. La siguiente parada es Cojutepeque, Cuscatlán, esperando que allá les vaya mejor. Desmontar y montar otra vez. El show debe continuar.

Foto FACTUM/Natalia Alberto.