Desde que amaneció, ya pintaba que el día sería gris. Como si, sabiendo lo que se venía, el sol se hubiera puesto de acuerdo con la causa popular y colgado un listón negro en sus párpados. Hasta la Bandera Nacional –con su escudo de armas, su águila, su nopal y su serpiente agónica– había cambiado el verde y el rojo por el negro carbón. Así amaneció el pasado 20 de Noviembre en la Ciudad de México, Distrito Federal, donde los familiares de 43 estudiantes desaparecidos convocaron a la población en general a marchar rumbo al Zócalo de la capital para demandar cambios reales y respuestas certeras de parte de las máximas autoridades de los tres Poderes de la Unión. Buena parte de la población respondió de manera contundente, como si al gritarle al mundo lo que en el país ocurre desde hace buen tiempo, pudieran purgar sus pesares.
El 20 de Noviembre puede ser muchas cosas en México. Puede ser un Estadio de Béisbol (en San Luis Potosí). Puede ser un hospital del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE). Puede ser una avenida muy transitada del Centro Histórico. Hasta puede ser una estación de Metro. Pero todo esto responde a un hecho en particular: la fecha en la que se recuerda y celebra La Revolución Mexicana, un conflicto armado que dio inicio en 1910 y que es reconocido como el acontecimiento político y social más importante del siglo XX en México.
No es cualquier cosa. Se trata de un símbolo de resistencia y, por ende, en esta fecha los mexicanos suelen salir a las calles a resistir. Por eso, ante la coyuntura actual –marcada decisivamente por el secuestro y asesinato (aún no confirmado oficialmente) de 43 estudiantes originarios de un pequeño pueblo llamado Ayotzinapa, en el Estado de Guerrero–, la resistencia era una exigencia obligatoria para los ofendidos.
Purgar los pesares no ocurre de manera premeditada. A veces es necesaria cierta cuota de azar mal habido para que los sucesos se encarrilen. Porque entre el 22 y 23 de agosto de 2010 ocurrió en San Fernando (en el Estado de Tamaulipas) una masacre mayor a la de Iguala, Guerrero. Esa vez fueron 72 personas asesinadas. Las fibras sociales humanitarias de México se indignaron, pero no hubo la reacción nacional de indignación que los sucesos del 26 de Septiembre sí despertaron, tal y como lo apunta el escritor Jorge Volpi. Previo al 26 de septiembre, la Normal Rural “Isidro Burgos” era un institución educativa completamente desconocida para la mayoría de los mexicanos . Tuvieron que morir seis personas, que resultaran heridas 25 más, y que desaparecieran 43 estudiantes, para que la lupa del mundo viera cómo el pasado 20 de noviembre marcharan rumbo al Zócalo decenas de miles de mexicanos.
La convocatoria inicial surgió del llamado realizado por familiares de los estudiantes desaparecidos a través de la tercera Acción Global Por Ayotzinapa, una serie de movilizaciones organizadas por un colectivo integrado por estudiantes de diversas instituciones de nivel superior junto con miembros de distintas organizaciones sociales. El llamado era para marchar desde tres puntos estratégicos de la ciudad: la Plaza Tlatelolco (célebre por otra masacre, ocurrida en 1968), El Monumento a la Revolución y El Ángel de la Independencia.
Aquel día no solo amaneció con un cielo gris. También inició con helicópteros sobrevolándolo y patrullando la ciudad.
Los hashtags #25NovMX, #AyotzinapaSomosTodos y #YaMeCansé (en alusión a la frase que el procurador general de México, Jesús Murillo Karam, pronunció al final de la rueda de prensa sobre la investigación del caso y que rápidamente se volvió viral en las redes sociales) acaparaban las tendencias en Twitter. Al mediodía ya comenzaban a escucharse las sirenas de patrullas y a cerrarse de manera definitiva (por ese día) importantes arterias de la ciudad, mientras los negocios de las calles que servirían de escenario para las marchas decidían cerrar y reforzar sus locales. En los noticieros se transmitía la situación tensa que se estaba viviendo en las cercanías del Aeropuerto Internacional Benito Juárez (el más importante del país) cuando un grupo de 200 personas intentó bloquear uno de los accesos, pero la Policía Federal les impidió el paso.
Luego comenzaría una lluvia tenue que no influiría en el ánimo de la gente. A eso de las 4:00 pm ya marchaba por el Paseo de la Reforma el primer grupo de manifestantes, dirigido por el Sindicato Mexicano de Electricistas, quienes fueron los primeros en arribar al Zócalo. Ahí montaron una pequeña tarima con sonido y se dirigieron a sus bases.
El punto de mayor afluencia de personas ocurría en el Eje Central Lázaro Cárdenas, donde se fusionaban las distintas marchas, para luego coordinar –de manera pacífica– el caudal de personas a través de la avenida Cinco de Mayo. El río de personas cada vez era mayor a medida que avanzaba la tarde. Niños y sus madres, mariachis, campesinos, sindicalistas que aprovechaba la clandestinidad que otorga la masa humana para contrabandear licor en sus mochilas, la conjunción de estudiantes del Instituto Politécnico Nacional (IPN), gritando huelums –su grito de batalla–, con sus camaradas (por esta extraña excepción) de la Universidad Autónoma de México (UNAM) y su gritos de “goya“. Todos marchaban en una armonía marcada por los cientos (¿miles?) de afiches que portaban los asistentes. Desde la sutileza de un Principito que mantiene la esperanza de encontrar vivos a los 43 estudiantes desaparecidos, hasta la rudeza de mensajes como “Se ve, se siente, Enrique es delincuente. Se ve, se nota, su cara de Ratota. No lee, se nota. Peña Nieto es un idiota“.
Y todo marcado por las incontables banderas mexicanas de un negro carbón, el mismo color que se le pidió a los marchantes que lucieran.
También en el sonido podía medirse la furia pacífica de los indignados. A cada instante iniciaba un conteo desde el uno hasta el 43, para finalizar al grito de “¡Justicia!”, como también era muy frecuente escuchar consignas como “¡Vivos se los llevaron! ¡Vivos los queremos!” o “¡Ayotzinapa vive, vive. La lucha sigue, sigue!”, entre muchas más.
Pese al matiz pacífico de la marcha en general, no todos guardaban el control. Muchos jóvenes escribían con spray sus quejas incluso en lugares de valor cultural, como ocurrió en la zona aledaña al Hemiciclo de Juárez o en el Palacio de Correos de México. El comercio informal también aprovechaba la situación. Las capas de plástico para protegerse de la lluvia se vendían a 10 pesos, mientras que en el Zócalo se instalaban puestos en los que se vendía tamales, café, lentes “de marca”, juegos infantiles o películas revolucionarias.
Entrada la noche, alguna personas aprovecharon incluso para cambiar la nomenclatura de la ciudad.
En la marcha #20NovMx ya hasta le cambiaron la nomenclatura a las calles del DF. Cc. @RevistaFactumpic.twitter.com/NCxMNUYrgK
— Orus Villacorta (@orusvilla) noviembre 21, 2014
Y poco a poco se fue llenando el Zócalo. Algunos petardos volvían tensa la situación, pero no se pasaba a más. En la tarima principal, líderes sindicalistas entonaban sus mejores discursos, pero la mayor parte de los asistentes deseaban escuchar a los familiares de los 43 desparecidos. Un momento que finalmente ocurriría en la palabras de Omar García:
En plena efervescencia de la noche, cuando las personas que debido a sus jornadas laborales no pudieron marchar desde más temprano ya se habían incorporado, y el Zócalo lucía casi al máximo de su capacidad, algunos marchistas decidieron realizar un pira con un muñeco que simulaba ser la figura del Presidente de la República, Enrique Peña Nieto. El fuego llamó la atención de muchos y pronto se formó una rueda alrededor de aquella fogata.
Miles presencian la quema de una imagen de EPN #JusticiaParaAyotzinapa#YaMeCansehttp://t.co/o1LiDcwguDpic.twitter.com/rxmoL6Fmgh
— Sopitas (@sopitas) noviembre 21, 2014
Y ya hacia el final, cerca de las 8:40 PM, cuando muchas personas se retiraban y todo parecía que terminaría con saldo blanco, un grupo de jóvenes (en su mayoría encapuchados) decidió llevar la protesta a otro nivel y comenzaron a lanzar objetos contra las puertas de Palacio Nacional, donde se había instalado un pequeño contingente de elementos del Estado Mayor Presidencial (EMP) que resguardaban el lugar. Aquello desencadenó una movilización de las fuerzas policiales que terminaría con un saldo de 31 personas detenidas (de las cuales 15 fueron acusadas de delitos federales como homicidio en grado de tentativa y motín). Al día de ayer todavía se realizaban marchas y protestas exigiendo la liberación de la personas que aún permanecen detenidas.
No te pierdas nuestra Galería de Imágenes de la marcha del #25NovMX.
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