Diez grandes discos de rock que nos dejó el 2015

Nostalgia en forma de bandas -dadas por muertas- que volvieron a los escenarios, bandas con carreras discográficas extensas y prolíferas, estilos musicales fusionándose de maneras inimaginables y poco ortodoxos, músicos difíciles de encasillar y otros sonidos pocos convencionales que trajo consigo el año 2015. Esta es una breve reseña de algunas producciones de rock:


10) “My love is cool” – Wolf Alice

Ellen Rowsell, Joff Odie y compañía regresaron este año con un material que los ha catapultado a la escena internacional. La banda londinense entregó una mezcla sutil entre sonidos agresivos que evocan aquellos años perdidos del grunge y la actual escena nostálgica del indie… pero manteniendo un sonido contundente. Muy notable.

9) “Rose Windows” – Rose Windows

Un álbum que entrega al oyente dos experiencias: el placer de escuchar un sensacional experimento auditivo, cargado de sonidos inspirados por bandas de la contracultura de rock psicodélico de los setentas (Jefferson Airplane); y la tristeza de conocer que este material homónimo es la despedida de la banda originaria de Seattle. Chris Cheveyo, guitarrista y fundador declaró en abril que el proyecto llegaba a su fin. Solamente queda disfrutar su legado.

8) “The direction of last things” – Intronaut

Lo que mejor define la música de esta banda angelina es la solemnidad de su versatilidad. Era difícil imaginar un sucesor para el grandioso “Habitual Levitations” de 2013, pero esta producción denota una increíble madurez. El jamming tan envolvente, las guitarras taladrantes, la furia en la composición y la técnica depurada de Danny Walker en la batería. Cada integrante sigue haciendo alarde de su talento para combinar elementos melódicos del jazz, introduciendo de forma inusual el metal progresivo al entorno burdo, salvaje y a veces desmedido que representa el sludge metal.

No faltan los pasajes sombríos en los intermedios de algunas canciones en una amalgama subliminal, seductora, agresiva y estridente.

7) “Sol Invictus” – Faith No More

“Archivado, recordado y enterrado desde 1997”. En resumen, así se expresaba la crítica internacional sobre esta legendaria agrupación, que parafraseando a Hunter S. Thompson:

“Siempre fue demasiado extraña para vivir y demasiado rara para morir”.

La crítica social, la irreverencia, la falta de condescendencia y el eclecticismo musical siguen presentes después de dieciocho años.

Solamente se extrañan un poco los sonidos funk en este material, aunque no le resta puntos a esta gratificante vuelta a los escenarios. Patton, Gould, Bottum, Bordin y Hudson siguen en pie, para fortuna del mundo.

6) “Meliora” – Ghost

La tercera resurrección de este polémico, intrigante y misterioso proyecto generó mucha expectativa desde principio del año. Para beneplácito de sus seguidores, este espectro proveniente de Suecia continúa mostrando riqueza creativa en la construcción de delirantes ilusiones fantasmagóricas, cánticos fúnebres y las acostumbradas referencias a rituales satánicos. La experiencia audiovisual sigue siendo enormemente relevante y divertida.

Desde expresiones de heavy metal clásico y tenebroso (como “Cirice”) hasta momentos meditabundos y baladescos (como “Majesty”). Altamente recomendable.

5) “The book of souls” – Iron Maiden

El anuncio de la última y definitiva gira mundial, el retraso en las grabaciones debido a la lucha de Bruce Dickinson contra el cáncer y el agobiante proceso de componer un disco doble que mostrara dos aspectos representativos de la banda: la solidez instrumental y la épica narrativa. Demasiados factores que aumentaron la expectativa a niveles fuera del entendimiento de las masas.

Personalmente me decanté por una opinión reservada casi pesimista respecto a este álbum: ¿qué más puedes pedirle a una agrupación legendaria que ha dado tanto a la música? ¿Porqué exigirles más? ¿Para qué hacerlo? Me alegra tanto haberme equivocado, es liberador.

La primera parte es firme en sus argumentos, con cortes pegajosos dignos para el “headbang” como “The speed of light”, “The red and the black” y “When the river runs deep”; además de los sonidos ya patentados por la banda, con una calidad impecable en la ejecución. El Iron Maiden clásico.

La segunda parte explora laberintos melódicos haciendo uso de una depurada musicalización en función de contar historias, como en “Empire of the clouds”. El Iron Maiden sofisticado.

Uno de sus trabajos más finos, muy comparable a cualquiera de sus obras más memorables.

4) “New Bermuda” – Deafheaven

No solo de thrash metal vive el hombre (o las personas que admiran la escena metalera de San Francisco). Así lo demuestran George Clarke y Kerry McCoy desde 2010.

Cuando salió “Sunbather”, su primer trabajo, fue menospreciado bajo el estereotipo de “black metal para hipsters”; así como también fue alabado como “el esperado respiro que necesitaba el subgénero”. La banda consiguió hacer ruido.

Esta nueva producción goza de un concepto enriquecido de black metal melódico regido por los cánones del estilo estadounidense, con una fusión espectacular de las raíces más emotivas del post rock. Se trata de la evidencia de que el metal extremo puede ser sombrío, decadente, terrorífico, como también intrigante y muy introspectivo.

3) “Songs from the north I, II & III” – Swallow The Sun

Una producción ambiciosa como también comprometida con una visión muy íntima del black/doom metal en su expresión más atmosférica. Conformado por tres discos, son más de dos horas y media de temas que exploran la desesperación, dolor, sufrimiento, soledad y auto reflexión de la maldad inherente en la naturaleza.

Momentos acústicos de tremenda armonía balanceados de manera soberbia con espectaculares ataques de ira entonados con poderosas voces guturales. Muy poético, profundo, resonante, amenazador, brutal y desgarrador. En efecto, Swallow The Sun ha creado una obra maestra que define quince años de una trayectoria brillante.

2) “The heart is a monster” – Failure

La banda más menospreciada del movimiento de rock alternativo de principio de los noventas, creadores de un sonido muy original y sofisticado de grunge con mezclas de space rock. Fueron muy influyentes, pero no exitosos; tuvieron discos aclamados por la crítica después de su desintegración.

El álbum brinda una gama de emociones en la medida correcta. Impecablemente producido, altamente técnico en su estructura musical, sin mostrar ni un poco de oxidación. Muy depurado en lo surreal de las líricas que transportan al oyente al lugar en el espacio-tiempo donde se quedó el “Fantastic Planet” de 1996, sin sonar repetitivo o anticuado. No solo es el primer material de estudio en casi dos décadas, es el mejor de su intermitente carrera. Así es como Ken Andrews, Greg Edwards y Kellii Scott están de vuelta en un impensable retorno.

Esta es la manera correcta en la que se debe hacer un regreso a la música después de un extendido letargo de diecinueve años. Como dice uno de los cortes de este álbum:

“The heart is a monster, it’s not dead”.

1) “Hand.Cannot.Erase” – Steven Wilson

El multi-instrumentista británico (integrante de Blackfield, No-Man, IEM, Bass Communion, Storm Corrosion y líder de Porcupine Tree) regresó con su cuarto disco solista. Un músico con una aparente adicción al trabajo que se ha convertido en referente mundial del surgimiento de una renovada oleada de excelentes bandas de rock progresivo.

Este álbum describe un depurado ensamblaje de creatividad, respetando el tema conceptual que predomina durante su reproducción: transmitir las vicisitudes y felicidad de tener la vida que siempre deseaste en una urbe donde nadie es indispensable. ¿Entonces por qué cada vez estás más sola o solo? La desesperación de alguien rodeado de gente… y a la vez aislado.

No es una crítica hacia una sociedad cayendo en una espiral de alienación debido a la tecnología, la presión auto infligida de cumplir propósitos o la ambición de dejar un legado. Tampoco es un material pretencioso que busca sumergir en la depresión. Es más un manifiesto muy inteligente de las emociones que un ser humano puede percibir al tener tantas opciones de conectar con otras personas, pero algo siempre falta y termina apartándose. Te vas borrando a ti mismo.

Más experimental y directo que su predecesor (“The raven that refused to sing”), el disco mantiene estoico la simpleza y la hechizante composición junto con la espectacular producción. El genio del prog no defrauda, ni muestra signos de agotamiento.

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