Los insurgentes

Bernie Sanders empieza a complicarle las cosas a Hillary Clinton en las primarias por la nominación presidencial del partido demócrata. En el bando republicano la primaria en el estado de New Hampshire confirmó a Donald Trump como el más fuerte aspirante. Ambos, Sanders y Trump, son revolucionarios dentro de sus propios partidos, “outsiders” a quienes los liderazgos demócrata y republicano preferirían ver desinflarse. Según analistas consultados por Factum, lo único certero hasta ahora es que el proceso de primarias será largo y puede durar incluso hasta junio próximo, cuando se celebren las últimas rondas de internas en seis estados de la Unión Americana. Por ahora, de cara a lo que sigue, que son citas electorales en estados de demografía diversa como Nevada y Carolina del Sur, los dos candidatos demócratas pelearán por cada voto latino y afroamericano, las minorías que pueden definir las cosas en esos lugares.


Sanders, el socialdemócrata

“Lo que empezó la semana pasada en Iowa, (y) lo que los votantes confirmaron hoy aquí en New Hampshire no es nada menos que el inicio de una revolución política”, dijo Bernie Sanders el pasado martes 9 de febrero durante el discurso con el que celebró su victoria en la primaria demócrata celebrada en New Hampshire, la segunda de las 50 citas electorales –una por estado– en que los votantes registrados de los dos partidos tradicionales de los Estados Unidos escogen a los candidatos a la presidencia.

Hace tres meses, las encuestas daban a Hillary Clinton, ex primera dama, ex senadora por Nueva York y ex secretaria de estado, una ventaja de 40 puntos sobre Sanders, quien entonces era un virtual desconocido, un senador de Vermont, pequeño estado de mayoría blanca ubicado en la esquina noreste de los Estados Unidos. El asunto tenía todas las características para que la prensa acudiera, para describirlo sin muchos reparos, al cuento biblíco de David y Goliat.

Pero entrado enero las cifras empezaban a cambiar y con ellas los titulares. Bernie Sanders, un judío de Brooklyn, en Nueva York, que empezó su vida política como alcalde de una ciudad industrial de Vermont, se había convertido en una amenaza real para la esposa de Bill Clinton, que no es poco decir. Por su capacidad para atraer donaciones de campaña, por su influencia en el comité nacional del partido demócrata, por sus relaciones con funcionarios del partido a lo largo y ancho del país los Clinton son una especie de realeza política.

Sanders quedó en segundo lugar en Iowa, muy cerca de Clinton, y ganó New Hampshire por 22 puntos.

Bernie Sanders durante un evento en la Universidad de Iowa. Foto tomada de Flickr, con licencia de Creative Commons.

Bernie Sanders durante un evento en la Universidad de Iowa. Foto tomada de Flickr, con licencia de Creative Commons.

Lo que más ha sorprendido a los analistas en Estados Unidos es que Sanders ha llegado a la cima de la política electoral declarándose social-demócrata y haciendo centro de su discurso un ataque constante a los bancos y a la narrativa oficial del capitalismo “made in America”. “¿Usted no se considera capitalista?”, preguntó el periodista de CNN Anderson Cooper a Sanders en el primer debate entre candidatos demócratas, televisado en octubre pasado. “¿Me considero parte del capitalismo de casino, por el que tan pocos tienen tanto y tantos tienen tan poco, por el que la avaricia de Wall Street destruyó esta economía? No, no soy parte de eso. Creo en una sociedad en la que toda la gente esté bien, no solo un puñado de billonarios”, contestó el senador.

¿Qué pasó? ¿Cómo un senador de un estado poco trascendente en términos políticos y económicos llegó a convertirse en un dolor de cabeza para Hillary Clinton? En las respuestas a esa pregunta pueden encontrarse, además de una explicación a lo que ocurre en el partido demócrata, algunas luces sobre la candidatura de Donald Trump, un hombre que está en las antípodas de Sanders en cuestiones como la migración, la seguridad social, la política exterior o el poderío militar de Estados Unidos, pero que comparte con él el atractivo que ambos generan entre los militantes de sus respectivos partidos, sobre todo entre aquellos con menos recursos económicos, entre los desempleados y los más afectados por la debacle económica de 2008.

Dan Fisk, un ex asesor del presidente George W. Bush y actualmente vicepresidente del Instituto Republicano Internacional, lo explica así: “Algo que se puede decir de Trump es que ha capitalizado las profundas reservas y desconfianza de una parte del electorado con el gobierno federal y los partidos políticos… Sanders no es Trump, pero también está capitalizando esa frustración popular; esto viene, en parte, de la desconfianza que genera Clinton en una parte del partido demócrata…”

De alguna manera, Sanders ha generado, en algunas porciones del electorado demócrata, una sensación similar a la que Obama generaba en 2008, la de ser una alternativa a un sistema político anquilosado que, dirigido desde Washington, se olvidó de los problemas cotidianos de las personas. Ese sex appeal es, en el caso de Sanders, evidente entre los votantes jóvenes. En New Hampshire, el 83% de los electores entre 19 y 29 años votaron por el senador, mientras que solo el 16% de ese grupo etáreo lo hizo por Clinton, según un análisis de CNN.

Por ahora, los resultados iniciales de las primarias han dado más vapor a la candidatura de Sanders, que un día después de ganar en New Hampshire ingresó 6 millones de dólares a su campaña en concepto de donaciones privadas, la gran mayoría provenientes de ciudadanos particulares que dieron entre $6 y $50.

La preocupación de Clinton parece, ya, evidente. “Creo que (los asesores de Sanders) se equivocan sobre quien tiene una mejor campaña, pero desafortunadamente está en lo cierto sobre quien tiene más recursos; gastaron tres veces más en televisión en New Hampshire y debemos asegurarnos de que eso no pase otra vez… Puedes contribuir con un dólar hoy mismo para ayudarnos a cerrar la brecha”, se lee en un correo firmado por la candidata, enviado desde HillaryClinton.com y cuyo asunto es “Bernie recolectó 6 millones ayer”.

Fisk cree que, eventualmente, Clinton será la nominada. “Si Sanders gana Iowa, significará que habrá una pelea por la nominación y no una coronación de Clinton. Falta mucho. Pero aún le daría más posibilidades a ella”, decía el analista antes de la primaria en Iowa.

Donald J. Trump, precandidato republicano. Foto de Micahel Vedon, tomada de Flickr con licencia de Creative Commons.

Donald J. Trump, precandidato republicano. Foto de Micahel Vedon, tomada de Flickr con licencia de Creative Commons.

Trump, el macho que se precia

Donald Trump, quien en cuanto debate ha aparecido se ha jactado de su ventaja en las encuestas –la cual, en efecto, llegó a ser hasta de 30 puntos sobre su más cercano perseguidor–, habló sin estridencias tras la primaria de Iowa, que perdió. Le ganó Ted Cruz, un senador cubano-americano de Texas que, en temas como el aborto, la seguridad social, aun la migración, está incluso más a la derecha que el multimillonario. Y si algo ha caracterizado la campaña de Donald Trump es la estrindencia: llamó violadores y ladrones a los migrantes mexicanos, hizo comentarios misóginos sobre una presentadora de la cadena Fox y sobre Carly Fiorina, precandidata republicana y, hace poco en una entrevista con MSNBC, dijo que aplicaría métodos que la ONU ha calificado como tortura contra enemigos de los Estados Unidos.

Tras perder en Iowa, Donald Trump parecía un tipo humilde. Era una ilusión. Con la primaria de New Hampshire a la vuelta de la esquina, Trump tardó menos de 24 horas en arremeter contra Cruz y acusarlo de hacer trampa en Iowa. La bravuconería tuvo efecto: The Donald ganó la segunda ronda de primarias por paliza y hundió a Cruz hasta el tercer lugar.

En el caso de los republicanos, ¿qué ha hecho de Donald Trump el hombre a vencer a pesar de que el liderazgo de su partido lo aborrece? ¿Su inagotable bolsillo? ¿El sentimiento antisistema del que habla Dan Fisk? ¿Su discurso populista de derecha? ¿La falta de corrección política? Según buena parte de los análisis escritos en la prensa política especializada –The New York Times, The Washington Post, The New Yorker, New York Magazine, entre otros medios– es una combinación de todo eso.

En su primera edición de febrero, la revista New York publica un artículo en el que, basado en entrevistas con 100 votantes de Iowa y New Hampshire, el periodista Gabriel Sherman escribe sobre los motivos de los votantes republicanos. “¿Qué quieren?”, se pregunta Sherman. “Fortaleza testicular”, responde.

“No estoy de acuerdo con sus posiciones, pero tiene la fortaleza testicular de salir a decir que la gente está desesperada”, le dice Greg Mason, un votante republicano, al periodista. “Si hubo algo que casi todos los entrevistados buscaban en un candidato, eso era su fortaleza testicular o, en términos menos coloridos, su fuerza. Es por lo que Trump ha arrasado con sus rivales a pesar de sus inconsistencias ideológicas como republicano”, escribe Sherman.

“La desconfianza y el desapego de los votantes se ve en temas como la migración y la cultura… en gente que siente que no controla sus vidas, que ven que su visión del país está bajo fuego…”, dice, por su parte, Dan Fisk.

El artículo de New York destaca testimonios de votantes que se quejan, por ejemplo, de la corrección política que los ha llevado a dudar si decir Feliz Navidad es apropiado por ser, la Navidad, una celebración cristiana. “Estoy cansada de ser políticamente correcta… Tenemos que honrar los ritos musulmanes, pero es más difícil ser cristiano… Algo no está bien”, dice otra votante en el artículo de Sherman.

Michael Shifter, presidente del Diálogo Interamericano, uno de los tanques de pensamiento más respetados de Washington, dice que “Trump ha logrado atraer a parte del electorado estadounidense, no solo en el partido republicano, que está enojado y profundamente resentido con las élites políticas y económicas”.

Según una encuesta de septiembre del año pasado de ABC y The Washington Post dos tercios de los votantes republicanos blancos sin educación superior apoyan a Trump. De acuerdo a esa encuesta, el perfil típico del ciudadano que apoya al multimillonario neoyorquino es el de un hombre blanco con menos educación formal e ingresos bajos.

El asunto de la raza

El sistema político estadounidense de primarias, como lo conocemos ahora, fue establecido entre los 60 y los 70, cuando reformas legales aprobadas entonces trasladaron directamente a los votantes la capacidad de escoger a los candidatos a la presidencia de la Unión. Cada estado determinó, entonces, formatos propios de votación.

Iowa y New Hampshire, quedó escrito, serían los primeros en efectuar primarias, lo cual dio a esos estados una importancia política que, en tiempos actuales genera lecturas diferentes, incluso antagónicas. Ganar ahí puede cambiar por completo el destino de una candidatura o generar una especie de tracción inicial que dé aires de victoria contundentes, como ocurrió en 2008 con Barack Obama. Esos dos estados, sin embargo, no son una muestra representativa del universo de votantes que elige a los candidatos presidenciales y, a la postre, al presidente o presidenta de los Estados Unidos.

Hoy la competencia se dirige a Nevada, estado aledaño a California, hogar de Las Vegas, donde el 47.3 de los votantes son miembros de minorías no blancas, sobre todo latinos. En encuestas realizadas antes de las primarias en Iowa y New Hampshire, la ventaja de Clinton frente a Sanders entre los electores latinos era de hasta 40%. Después viene Carolina del Sur, donde cerca del 40% de votantes son afro-americanos, otro grupo racial en el que la ex primera dama puntúa muy por encima de su contrincante demócrata.

Los analistas Shifter y Fisk coinciden en que, al final, Clinton será la nominada. Shifter cree que la solidez de la precandidata entre las minorías tendrá mucho que ver. “Tiene un apoyo mucho más amplio que Sanders entre votantes no blancos, tanto latinos como afroamericanos… Nevada y Carolina del Sur son demográficamente más parecidos a la demografía del país, por lo que debería de irle bien (a Clinton)”, opina el presidente del Diálogo Interamericano.

Sanders, por ahora, ya empezó a pagar, en Nevada, anuncios televisivos con mensajes en español.

En el lado republicano el tema étnico, sobre todo el del voto latino, suele ser más importante en la elección general contra el candidato demócrata. En 2012, por ejemplo, Barack Obama atrajó a más del 70% del voto latino mientras que Mitt Romney no llegó ni al 16% y, según análisis hechos por el mismo partido republicano después de esa elección, cualquiera de sus candidatos que pretenda llegar a la Casa Blanca debe tener al menos el 40% de esa porción del electorado. Aún no hay números específicos del apoyo latino a los precandidatos, pero no parece, por ahora, que la “fortaleza testicular” de Trump le sirva para atraer a quienes hablan español.


*Foto destacada: caricatura de DonkeyHotey, con licencia Creative Commons.

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