El año 2020 será recordado por las imágenes de satélite que mostraron un mundo encerrado a causa de la pandemia del Covid-19. En paralelo, el planeta Tierra se regeneró. Fue fabuloso para el medio ambiente porque muchos de los valores de contaminación se desplomaron, para bien de nuestro único hogar común.
No hay planeta B y en China, el país maquila más grande del mundo, el cielo finalmente fue visto sin polución. Esas postales se repitieron en varias latitudes, porque buena parte de la humanidad obedeció a la recomendación de encerrarse en sus hogares.
En 2020, el Día Mundial de la Tierra cumplió 50 años de haberse proclamado. La revista National Geographic tituló en su portada dos escenarios “Cómo perdimos el planeta” y “Cómo salvamos el mundo”. La gran pregunta para los próximos cincuenta años es si las tendencias de poca visión de un mundo sostenible continuarán, como lo hemos vivido en las últimas décadas. El 2070 nos dará la respuesta. Tal vez ya no estemos vivos.
El presente ensayo fotográfico busca que no seamos indiferentes al dolor de ver un campo con árboles talados y quemados, cual cadáveres víctimas del hombre. Puede que alguien se pregunte: ¿estaba el agricultor pensando ecológicamente? Puede que la respuesta sea: “Sólo pensaba en sobrevivir”.
En medio de la pandemia –que lleva más de año y medio–, la basura en el Gran San Salvador contamina todos los sentidos. Ya se aprecia por doquier y parece no molestarle a nadie. El acelerado crecimiento urbano también nos pasa factura. Cada vez vemos menos áreas verdes en pro del urbanismo. Nos arrebata reservas naturales, nos reduce el futuro abastecimiento de agua, nos recrudece los efectos de los gases invernadero y sus consecuencias en el calentamiento global.
Ahora, en este 22 de abril de 2021, en el aniversario 51 de esta iniciativa mundial ambiental, nos queda pensar en las condiciones en las que dejaremos el planeta a las futuras generaciones.