Muchas fotos y poca agua

La crisis por la contaminación del agua en el Gran San Salvador ha movilizado a decenas de empleados públicos, que han repartido miles de botellas plásticas con agua en comunidades y colonias ante la atenta mirada de los fotógrafos gubernamentales.  Las imágenes se convertirán en tuits para aliviar a aquellos que durante dos semanas han visto salir de sus grifos agua contaminada. En Soyapango, una comunidad que hace dos meses no tiene agua ve pasar de lejos los pick ups con botellas. Esa comunidad no aparecerá en las redes sociales. 

Foto FACTUM/Gerson Nájera


Foto I

Un hombre llega corriendo al pick up y pide agua por piedad. Levanta al niño que ha llevado en sus brazos, un flacucho de seis años, e implora.

–¡Mirá mi niño, broder, míralo! ¡Dame agüita, papá! ¡Dame agüita!

El hombre, enjuto y moreno, viste unos shorts, una camiseta y una gorra hacia atrás. El niño usa un pants con estampados de Batman y una camisa holgada con el número 20 en el pecho.

Un trabajador del gobierno que está subido en la cama del pick up toma un paquete de doce botellas pequeñas con agua y se lo entrega al hombre. El hombre le pide otro paquete, pero varios trabajadores – también del gobierno –que miran desde la calle gritan al mismo tiempo para impedirlo.

–¡No, solo uno, solo uno es!

El hombre sigue implorando, y logra que le den la mitad de otro paquete y levanta al niño para que lo reciba frente a las cámaras.

–Vaya, papá, ponete ¡Que nos tomen una foto para el Facebook, para el Facebook! – dice el hombre y coloca a su niño y ambos sonríen con el paquete y medio de botellas con agua enfrente.

Clic, clic, clic, clic, clic, clic…

Fotógrafos del gobierno graban el momento que un hombre junto a un niño recibe un paquete y medio de botellas con agua en Ciudad Credisa. Foto FACTUM/Bryan Avelar

Dos fotógrafos de la Presidencia disparan. Buscan los mejores ángulos para estampar aquella escena: un hombre con un niño recibiendo agua embotellada en una comunidad donde, desde hace al menos dos semanas, no tienen agua potable y cuando la han tenido, les ha caído sucia y con mal olor.

Es martes 21 de enero, poco después del mediodía. Una hora y media después, la cuenta de Twitter de la Presidencia usará esas imágenes en un video que mostrará el agradecimiento de estos vecinos de Ciudad Credisa: las botellas recibidas son parte del plan gubernamental ante la crisis sanitaria por la contaminación del agua potable en el Gran San Salvador.

El plan de contingencia, una masiva distribución de botellas plásticas de agua, repartidas por cientos de empleados públicos y retratada por un ejército de fotógrafos y camarógrafos, empezó solo después de que el gobierno cediera ante la presión ciudadana por el mal olor, sabor y color del agua. Después de que el gobierno intentara sin éxito, a través de ministros y otros funcionarios públicos, convencer a la población de que el agua que distribuye se puede consumir sin consecuencias.

Los cinco pick ups que han llegado a esta comunidad de Soyapango con paquetes de agua se vacían en unos veinte minutos. Los empleados públicos reparten el agua sin criterio alguno. Le dan al que llegue, y si llega dos, tres veces, igual la reparten. Como dulces.

Antes de que se termine el agua, un hombre flaco y moreno con una gorra hacia atrás se acerca con un niño en brazos a otro pick up suplicando por agua.

–¡Mirá mi niño, broder, míralo! ¡Dame agüita, papá! ¡Dame agüita!

Los trabajadores del otro pick up le dan dos fardos con botellas de agua, y el hombre sonríe nuevamente antes de irse.

Llega más y más gente a pedir botellas. Pero ya no hay.

Una señora aparece sudando y jadeando hasta donde están los pick ups. Dice que viene de la colonia vecina, que le den un paquete de agua, por favor. Pero ya no hay. Así llegan otras ocho, nueve personas, que se van con las manos vacías. Los camarógrafos y los demás empleados terminan su misión, se suben a los pick ups y se van.

La colonia Ciudad Credisa, al noreste de San Salvador, es una de las  comunidades que han sido afectadas por la crisis de agua que ha explotado en las dos últimas semanas: luego de que el servicio fuera suspendido por varios días, el agua empezó a caer con sedimentos, mal olor, color y sabor.

Al principio, las autoridades no habían dicho nada, pero luego de varias denuncias ciudadanas en los medios de comunicación, el presidente de la Administración Nacional de Acueductos y Alcantarillados (Anda), Frederick Benitez, anunció que la contaminación del agua se debía a la proliferación de algas en las cercanías de la planta potabilizadora Las Pavas, sobre el río Lempa. La ministra de Salud, Ana Orellana, dijo que el agua sucia y con mal olor estaba apta para consumir, que solo necesitaba hervirse.

Pero no.

Contrario a lo que los mismos funcionarios dijeron, el gobierno inició de emergencia un plan de reparto de agua embotellada y con pipas en las comunidades afectadas.

Por eso estamos aquí.

Foto II

Una veintena de pick ups están parqueados en el pabellón Centroamérica del Centro Internacional de Ferias y Convenciones (CIFCO). Este lugar ha sido designado como centro de acopio y desde aquí salen decenas de carros nacionales cargados con unos 50 paquetes de 12 botellas con agua cada uno. Su destino son las cientos de comunidades afectadas por la contaminación, una crisis que ha golpeado a 1.2 millones de salvadoreños.

En el pabellón hay también decenas de personas, empleados públicos de diferentes instituciones que han dejado su trabajo normal para ir a repartir botellas con agua.

En medio de la muchedumbre está el presidente de Anda, el presidente del CIFCO, Guillermo Hasbún, y varios empleados de Comunicaciones del Ejecutivo. A ellos los acompañan varios comunicadores y fotógrafos empleados del gobierno.

Son las diez de la mañana y en el pabellón Centroamérica hay mucha actividad. Un camión repleto de botellas plásticas ingresa al gran salón y los empleados públicos cargan los paquetes en pick ups que luego se enfilan y se alistan para salir. Los fotógrafos no descansan.

Clic, clic, clic, clic.

Vehículos nacionales preparándose para salir de Cifco. Foto FACTUM/Bryan Avelar

Esas fotos inundan las redes sociales de diferentes dependencias del gobierno con mensajes esperanzadores y anunciando que el gobierno está actuando, que pronto llegará agua embotellada a las comunidades.

Para salir a repartir agua, desde aquí se forman pequeños equipos que varían de tres a cinco carros cargados con paquetes y un grupo de personas. Cada equipo está compuesto por motoristas, un coordinador, personal para repartir los paquetes, un policía y dos o más fotógrafos.

Basta con ver que se marchen unos cinco equipos para notar que el policía que da seguridad puede ser prescindible, pero no los camarógrafos o fotógrafos: Cada equipo debe garantizar las imágenes que luego serán subidas a redes sociales del gobierno.

En tiempos de crisis, el gobierno ha invertido un evidente esfuerzo en publicitar todo lo que hace. A diario, un equipo de fotógrafos y videógrafos acompañan a algún ministro repartiendo paquetes de agua, sosteniendo una manguera de una pipa o llenando algún barril en una comunidad.

Pero a los funcionarios que reparten agua no les gusta que cualquiera les tome fotos.

Gabriel García, empleado del área de Comunicaciones de Anda, notó la presencia de un periodista de Factum en el centro de acopio y se acercó para saludar y decirle que no estaba permitida la presencia de periodistas en ese lugar. En un principio, García dijo al periodista de Factum que se podía quedar unos minutos, pero luego pidió el retiro inmediato de este medio.

–¡Ey, ayúdame, viejito, retírate porque me lo están pidiendo ahí los funcionarios!, dijo García al periodista de Factum.

El periodista de Factum preguntó a García que cuál era el argumento para pedir que se retirara, a lo que el empleado de Anda respondió que era una solicitud explícita de “los funcionarios” que estaban con él. Los funcionarios que estaban con él eran los presidentes de Anda y CIFCO.

El periodista de Factum preguntó por qué los fotógrafos de la Presidencia sí podían hacer fotos en el lugar y no este medio. García respondió que era porque los fotógrafos que estaban en el lugar trabajan para el gobierno.

Tras unos minutos, García y un fotógrafo de la Presidencia escoltaron al periodista de Factum hasta su carro y esperaron a que saliera a la calle.

Foto III

Los cinco pick ups que llegaron con paquetes de botellas con agua a Ciudad Credisa están vacíos. En el suelo apenas han quedado algunos pedazos de plástico con el que vienen envueltas las botellas. En una orilla de la calle hay un puñado de mujeres con caras de desamparo.

Los carros que repartieron el agua se van y muchos se quedaron sin ella. Antes de irse, una empleada que parecía ser la encargada de aquel equipo me dice que ya se van, que volverán a CIFCO a recoger más botellas para llevarlas a otra comunidad y así hasta que terminen su jornada, a las 4:00 de la tarde.

Uno de los trabajadores que repartió agua en esta comunidad se despide con una mentira.

–¡Ya vamos a volver!

–¿¡A qué hora!? – pregunta una señora.

–¡A las tres! ¡Estén pendientes!

Tres mujeres que están a la orilla de la calle platican entre sí y se preguntan una a la otra si lograron agarrar algún paquete con agua. Dos dicen que sí, una dice que no. Las tres continúan hablando y en su plática confiesan que realmente ellas nunca han tomado agua potable, que siempre han comprado agua embotellada, pero que, de todos modos, les sirve que les regalen botellas con agua. Baratas no son, argumentan.

También dicen que hay gente que se aprovechó y que más del alguno agarró varios paquetes para luego irlos a vender, y que están seguras de que muchos otros se quedaron sin agua cuando realmente la necesitaban.

–Es que han venido a repartir como que es piñata– dice una de las mujeres, quejándose de que solo pudo agarrar un paquete.

Una señora se nos acerca, quizá creyendo que somos empleados del gobierno. Me dice que si le puedo ayudar, que en su colonia, a tres cuadras donde el gobierno repartió botellas, no cae agua desde hace dos meses. Que vaya a ver, por favor, y que si puedo le diga a alguien “de los de arriba” que por favor lleven paquetes de agua a ese lugar, porque no han llegado nunca.

A tres cuadras de donde aquellos cinco pick ups llegaron a repartir botellas con agua hay una colonia llamada Reparto Monte María I. Ahí, según sus habitantes, no cae agua desde hace dos meses.

En la entrada de esa colonia están cuatro mujeres esperando con cántaros en las piernas. Ellas también nos ven con alegría, quizá pensando que el fotógrafo y yo somos empleados del gobierno.

–¡Miren, ahí vienen los muchachos! ¿¡Y ustedes no nos pueden ayudar a que traigan agua!? – dice una de las señoras.

Les explicamos que no, que somos periodistas y que nos han contado que ahí no cae agua desde hace dos meses. Las mujeres se exaltan y empiezan a explicar que es cierto, y que para demostrarnos nos pueden llevar a sus casas.

Vamos. Pilas vacías, barriles vacíos, pequeñas botellas de un galón llenas con agua en algunas casas.

Las mujeres se aglomeran en medio de un pasaje y nos explican lo que tienen que pasar: ocupan lo menos que pueden de agua para lavarse las manos o lavar los platos y esa misma agua la reciclan para echarla al inodoro.

–¿Y para bañarse cómo hacen? – pregunto a una señora que nos ha dejado entrar hasta su casa.

­–Lo que hacemos es que aquí no nos bañamos. Vamos a otra casa, a la de mi prima, aquí a tres pasajes a bañarnos y a lavar ropa.

En dos meses sin agua, la gente de esta comunidad jura que solo ha visto llegar dos pipas, una a principios de enero y otra hace una semana.

–Hay gente, aquí cerca, que el problema que tienen es que les cae sucia y con mal olor – le digo a una de las señoras.

–Nosotros, aunque fuera sucia, pero quisiéramos que nos cayera aunque sea un poquito– responde.

Las señoras vuelven del pasaje a esperar a que venga una pipa con agua. Les han prometido que vendrán a las 3:00 de la tarde. Le pido a una joven de ese lugar que me avise si el agua llega o si siguen sin ella por más días. Le dejo mi número de teléfono.

Mientras que miles de viviendas en el AMSS reciben agua con mal olor, los residentes del Reparto Monte María 1 tienen que comprar cántaros para acarrear el agua hasta sus viviendas porque ANDA les ha dejado de brindar este servicio desde hace dos meses. Foto FACTUM/Gerson Nájera

Pie de foto

Ese mismo martes 21 de enero, a las 7 de la noche, el presidente Nayib Bukele dará una conferencia de prensa. Dirá cosas. Dirá que la crisis fue provocada por una contaminación con algas en la planta potabilizadora Las Pavas, pero que el problema ya fue resuelto y el agua se normalizará en unas horas. Luego hablará de un porvenir, de un plan para garantizarle agua de calidad a todos los salvadoreños.

También dirá que el gobierno respondió tarde a la crisis, que sus funcionarios no debieron decir que el agua podía consumirse y que él, a título personal, no recomienda beber el agua que su gobierno distribuye.

Mientras el presidente habla, una joven del Reparto Monte María I me escribirá un mensaje: “Hola, buenas tardes, informarles que ya no vinieron a repartir el agua que nos dijeron. Hemos estado esperando con los vecinos, y no vinieron. Le informo para que vea cómo nos tienen. Siempre nos dicen que van a venir pipas y siempre nos mienten”.

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