Una vereda rocosa hacia la igualdad

El viernes 26 de junio de 2015 la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos falló que la unión matrimonial entre personas del mismo sexo es legal en todos los estados de la Unión. Tras la decisión de la Corte, la unión igualitaria es ley de la tierra (law of the land), lo que significa que el fallo de la Corte prima sobre las decisiones individuales de los estados, algunos de los cuales, sobre todo en el sur del país –con tendencias religiosas muy conservadoras–, ya anunciaron su desacuerdo con la decisión. Esa oposición, sin embargo, se anuncia pírrica: la decisión del máximo tribunal en Washington, que es inapelable, parece haber galvanizado el creciente apoyo popular a los matrimonios entre personas del mismo sexo, ya obligó a los precandidatos presidenciales a modular sus discursos respecto al tema e, incluso, ha provocado expresiones de apoyo abierto en países y sociedades tradicionalmente opuestos y obtusos respecto a este asunto. En esta edición, Factum hace una exploración gráfica de marchas de orgullo de la comunidad LGBT (acrónimo en inglés para Lesbiana, Gay, Bisexual y Transgénero) en San Salvador y Ciudad de México. Además, publicamos la opinión de Julio Marenco, un periodista salvadoreño que en octubre de 2013 se casó en Washington, DC, con su novio, un militar estadounidense.

La decisión de la justicia federal en Estados Unidos llega después –en algunos casos mucho después– de que otros países del mundo, en América Latina (México y Argentina entre otros) y Europa, legalizaron la unión igualitaria. Su llegada, no obstante, se entiende como el colofón legal a una revolución social que se gestó en la intimidad de los hogares estadounidenses y, al final del camino, terminó venciendo arraigadas resistencias e intolerancias.

Pero, si en Estados Unidos y en algunos segmentos de algunas sociedades latinoamericanas se empieza ya a hablar del final del camino, en otros lugares, como en El Salvador, esta es apenas otra curva en una vereda rocosa, marcada por el tradicional conservadurismo de sus elites políticas, sociales y religiosas, por la cultura de intolerancia hacia el que se sabe e identifica diferente al rebaño, por la hipocresía de quienes acusan y señalan aun sabiéndose encerrados en sus propios closets y, por supuesto, por la endémica violencia que todo lo alcanza.

El fin de semana que siguió a la decisión de la corte en Washington, hubo marchas en San Salvador y decenas de ciudades alrededor del mundo. El Facebook y el Twitter se llenaron de fotos, selfies, y frases de apoyo… Una curva más en la vereda, una que pareció abrirse a un meandro más luminoso en el camino.

Antes de eso, En El Salvador, violencia. El 31 de mayo de 2015 asesinaron en Sonsonate a Francela Méndez, una salvadoreña transgénero que había dedicado los últimos cinco años de su vida a la defensa de los derechos de la comunidad LGBT.

Desde 2009, nueve transgéneros han sido asesinados en El Salvador. La posibilidad de que esos homicidios queden impunes parece incluso mayor que en el resto de casos de asesinatos que son procesados en el sistema judicial salvadoreños (menos del 5% en general según cifras oficiales); así se desprende de las palabras del Procurador para la Defensa de los Derechos Humanos, David Morales, quien pidió investigar el crimen de Francela Méndez “sin uso de criterios discriminatorios, respetando el debido proceso”.

Les dejamos aquí algunas imágenes de las marchas, crónicas al respecto y la opinión de Julio Marenco.

– “Luto y fiesta gay en El Salvador”, galería fotográfica de Francisco Campos.

– Galería Rostros del Pride, de Orus Villacorta, México DF.

– Galería Marcha LGBTTTI en México, DF.

– Columna de opinión de Julio Marenco, periodista salvadoreño.

– México también se puso tacones y vistió de reina (Orus Villacorta)

– San Salvador: El orgullo es normal (Avon B.)

 

 

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