“Misión Imposible – Repercusión” y la gozadera de un viaje irreal

Cuando la premisa de un cuento consiste en destacar la gesta de alcanzar “lo imposible”, el guion debería ser impecable. “Misión: Imposible – Repercusión” (“Mission: Impossible – Fallout”) no cumple el cometido. La historia es bastante predecible y, al ser esta ya la sexta entrega de la saga que nos cuenta las peripecias del agente Ethan Hunt (Tom Cruise), el gancho de sorprendernos queda en simple promesa de campaña. Eso no quiere decir que sea una mala película. Hay veces que uno acude al cine para ver secuencias magistrales, planos y fotografía del máximo nivel y acrobacias al alcance de muy pocos. Esta película tiene mucho de ello. Y por eso suple las carencias de los diálogos y del guion. Cumple entonces el cometido de darnos dos horas y media de emociones. Y ya solo eso vale el precio del boleto.


Si bien hay conexiones puntuales con la entrega anterior de la saga Misión Imposible (Rogue Nation, 2015), es importante tener claro que Fallout no exige por completo estar al tanto de todo el camino recorrido por Ethan Hunt desde 1996. Se intuye con obviedad que el agente superstar de la Fuerza de Misiones Imposibles (IMF, por sus siglas en inglés) lo ha hecho todo ya; y sin embargo, muestra desde la escena inicial que en su cabeza hay traumas, huellas y cicatrices que ha ido sorteando por el camino recorrido. No se puede salvar al mundo como quien baila un tango con una katana y esperar salir sin un rasguño. Los traumas de Hunt recaen, entonces, en la frustración que le deja optar por salvar al mundo y sacrificar por ello sus relaciones personales. Por ende, los villanos de turno intentarán aprovechar esa debilidad.

Fallout nos dejará entonces un escenario de planteamientos trillados: de nuevo un grupo de terroristas (“Los Apóstoles”) intentará dejar huella en el mundo con la búsqueda de pureza a través de la aniquilación. Otra vez el bien deberá privilegiar el valor de una sola vida –que curiosamente es la de uno de los personajes más entrañables– sobre la vida de millones de personas. Otra vez quien parece ser bueno termina siendo malo y viceversa, abusando nuevamente del ‘efecto Scooby Doo’, en el que las máscaras pueden modificar las personalidades y las intenciones al antojo de Christopher McQuarrie, quien no solo es que sea el director de las últimas dos películas de la saga… ¡Es quien las escribió!

Me animo a decir que el tono europeo con el que se narra Fallot es un guiño al máximo referente del género: James Bond. Esta película despliega los imponentes escenarios de París y Londres antes de rematar el grand finale en La India (Kashmir). Es en la sección europea donde más destaca la realización de esta película, con sublimes escenas de persecución vía motocicletas, autos que no están hechos para correr a altas velocidades (¡por si faltaba mencionar otro elemento trillado más!) y hasta paracaidismo extremo. Fiel a su nombre, el truco está en volver razonable el hurto del prefijo que antecede a lo “imposible”. Probado está que son las persecuciones las que elevan el nivel de adrenalina y Fallout no se guarda nada al respecto…

¿Mencioné que también hay persecuciones con helicópteros?

De nuevo el tandem formado por los personajes de Luther Stickell (Ving Rhames) y Benji Dunn (Simon Pegg) cumple eficientemente la función de ponerle humor al filme. Y al muy estilo de “chicas Bond”, Fallout recurre a personajes femeninos conocidos y de imponente estampa, como el regreso de Ilsa Faust (Rebecca Ferguson) buscando limpiar cierta deuda y agregándole el factor de las ataduras sentimentales a un personaje, el de Hunt, que parecía de hierro. Entre todo ello, la irrupción de Vanessa Kirby en el papel de la White Widow es uno de los mayores aciertos de esta película. Su participación en la historia es puntual, eficaz y seductora. Seguro veremos más de ella en las siguiente películas.

Mission Impossible nunca llegará a tener la mística de James Bond, pero el solo hecho de acercársele con dignidad es un gran logro. A toda la saga la ubicaría un peldaño arriba de otras como Jason Bourne (Matt Damon) o Taken (Liam Neeson). Quizás sea porque las aspiraciones de alcanzar lo imposible a través de Ethan Hunt sean más holgadas y encuentran la manera de que por más de dos horas obviemos la irrealidad de lo planteado. El viaje es una gozadera, hasta que llegan los créditos de la película y el respiro nos hace recaer en que resulta imposible creer en ese sometimiento de lo posible. Pero de eso se trata todo este entuerto.

 

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