Liberadas

La marcha de este #8M fue distinta. Por lo menos para mí. Aunque la deuda del Estado salvadoreño y del mundo con las mujeres parece no tener fin, el hecho de ver a seis de las 33 mujeres liberadas me emocionó. Verlas es recordar sus historias de violencia social, económica y cultural que no son ajenas a las de miles de mujeres salvadoreñas. Para muestra, solo un dato: 46.3 % de salvadoreñas tiene un empleo remunerado, de acuerdo con Fundaungo. Y eso no es garantía de que sea un empleo digno, según los planteamientos de la Organización Internacional del Trabajo. A ese uso del tiempo, hay que sumar el que dedican al trabajo en el hogar y de cuidado, que no es remunerado: 5.2 horas diarias. Y si desagregamos más los datos, podemos llegar a las historias de Las 17 y Más, por citar un solo ejemplo de lo que no debería suceder en nuestro país.

Verlas, para mí, es pensar que si no hubieran experimentado esos partos extrahospitalarios y/o emergencias obstétricas sus historias de pobreza, abandono, baja o nula escolaridad, y de distintos tipos de violencia, entre estas la sexual, serían ignoradas por nosotras, por ustedes, porque esa mala fórmula no las hubiera llevado a la cárcel y sus casos no se hubieran mediatizado nunca. Su círculo de pobreza las condenó a esa realidad, como condena a miles de niñas, adolescentes y mujeres sin acceso a educación, a salud y por ende a un proyecto de vida (ocho de cada diez jóvenes que no estudian ni trabajan (nini) son mujeres, de acuerdo con la Digestyc y Fundaungo). Revisemos también las publicaciones del UNFPA sobre el costo social y económico del embarazo adolescente, por mencionar algunas, para tener claridad de la realidad del grueso de la población femenina de nuestro país.

A seis de Las 17 y Más las vi libres, felices, animadas. Feministas. Ellas, quienes han recuperado su libertad gracias a la representación legal de la Agrupación ciudadana, conmemoraron el #8M2019 a todas las mujeres que han luchado por nuestros derechos, por sus derechos, y exigieron la erradicación de la violencia contra nosotras. La probabilidad de que no estuvieran en la marcha si no hubieran tenido esas experiencias de vida me parece alta. Tampoco dejo de pensar en ello.

Teodora Vásquez durante la marcha del 8 de marzo de 2019 en San Salvador. Vásquez fue liberada por la Sala de lo Penal de la Corte Suprema de Justicia en 2018 luego de pasar más de 10 años encerrada por una condena de 30 años de cárcel por homicidio agravado. El parto extrahospitalario que sufrió Vásquez derivó en una acusación de la Fiscalía y en la posterior condena, ahora anulada.
Foto Factum/Metzi Rosales Martel

Teodora Vásquez, a quien el Estado le negó su derecho a la educación y a un empleo digno, lideraba a las cinco mujeres. Hace un año, en la marcha, solo era ella. Y ella representaba por mucho el foco de atención de los medios de comunicación, tal como fue este año. Teodora fue condenada a 30 años por homicidio agravado y recibió la conmutación de la pena el 15 de febrero de 2018, luego de que la Sala de lo Penal afirmó que no existe evidencia científica que sustente que ella cometió ese delito. Estuvo presa más de diez años, al igual que Cinthia Rodríguez y Alba Rodríguez, quienes recibieron la conmutación de su pena un día antes, y que Zuleyma Beltrán. Alba no fue sola a la marcha. Su familia la acompañaba: sus dos pequeñas hijas y su madre. Todas, orgullosas, vestían sus camisetas alusivas a la lucha por la liberación de Las 17 y más.

Elsi Rosales —quien fue liberada de cargos el 21 de junio de 2018— y Evelyn Hernández —quien está siendo procesada en libertad, luego de que la Sala de lo Penal anuló su condena— también estuvieron en la marcha. Cantaron, bailaron, corrieron y alzaron la voz por las otras 20 que siguen detenidas, condenadas porque según la Fiscalía General y los jueces cometieron homicidio agravado o intento de homicidio agravado. Porque no creen que ellas experimentaron partos extrahospitalarios y/o emergencias obstétricas en las fosas sépticas de donde vivían.

Su banner tenía un mensaje contundente: “Libres para derribar al patriarcado. Las 17+”. Y en esa marcha, muchas se sintieron libres para exigir mejoras salariales, la despenalización del aborto, acceso a educación y a un empleo digno. Libres para reclamar justicia para las más de seis mil mujeres y niñas sobrevivientes de violencia sexual y para las víctimas de feminicidio, que cada año suman más, en un país que contradictoriamente se llama El Salvador. Sí, tenemos una de las tasas más altas de muertes violentas de mujeres del mundo. Hasta noviembre de 2018, encabezamos la tasa de feminicidios en Latinoamérica. Sin embargo, por unas horas, muchas nos sentimos libres para caminar por las calles sin miedo a que algo nos pasara… aunque las cifras indican que nuestra realidad es otra. Y mientras en las calles de San Salvador centenares exigían por la igualdad y equidad, un matutino publicaba que la Fundación Sí a la Vida le ha pedido al presidente electo no despenalizar el aborto.

Mientras escribía este artículo, me encontré en la biblioteca a un colega, un editor del matutino que publicó la nota sobre el pedido de no despenalización del aborto. Su saludo fue: “Te vi ‘hacienda’ bulla”. Pues sí, hasta que construyamos un mundo más justo y equitativo, no vamos a parar. Si no lo hacemos nosotras, difícilmente alguien más lo hará. A los casos de Las 17 y Más me remito.

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