El fin de la izquierda erótica

Meses antes de la recién pasadas elecciones presidenciales, dos de mis amigos del FMLN compartían listas enormes sobre los logros del gobierno: “un millón de vasos de leche”, “incremento en un 25% de la capacidad de generación de energía limpia”, “6 sedes de Ciudad Mujer”, un aumento de 12% más en “la matrícula de parvularia”. Listas, listas y más listas. No tengo nada en contra de los logros alcanzados en los 10 años de gobiernos del FMLN; todo lo contrario, mi crítica se centra en que esta táctica discursiva demuestra la muerte del espíritu efemelenista, de ese erotismo político que caracterizó al partido por años.

En la mente de mis amigos, había una extraña fascinación con enumerar cosas, como que entre más larga era la lista más cerca estaban de ganar más diputados en 2018 o la presidencia en 2019. La súper lista se llamaba “200 importantes logros de los gobiernos del FMLN”, que era la Biblia de todas las enumeraciones. Citaban cosas tan diversas y hasta extrañas como “la eliminación de la malaria”, el “inicio de la construcción del hospital de San Miguel”, el  pedir “perdón, como Estado, a las víctimas de la guerra” y un “aeropuerto, carretera y salón de honor con nombre de Monseñor Romero”.

Con esas enumeraciones, el FMLN se convirtió en el partido de las listas, decenas de listas que sus militantes repetían casi de memoria. ¿Para qué votar por ellos de nuevo? No se sabía, no había narrativa. La conducta obsesiva de sus militantes dejaba entrever la decadencia por la que la cúpula había sumido al partido. Le piden a sus militantes lealtad a ciegas mientras esperan que éstos suspendan cualquier acción creativa en la persuasión del votante. Repetir, repetir, repetir hasta que el mantra efemelenistas entra en la mente de los votantes como lo dictan los principios de la propaganda nazi.

Después de 10 años de gobierno, el FMLN se ha convertido en un partido de repetidores. El erotismo político ha terminado. Lo que llamo erotismo político- inspirado en el filósofo Herbet Marcuse- es ese placer colectivo por imaginarse un mundo mejor, el placer que trae amarrar nuestras vidas a otros con los que perseguimos un sueño por cambiar una realidad. Ahora este partido es una maquinaria de sinsentidos.

La erosión del espíritu del FMLN no es poca cosa para un partido que representó, para buena parte de la población, la rebeldía, la audacia, la vanguardia del pensamiento revolucionario, el futuro de una sociedad menos desigual, la valentía, la libertad. En la guerra, la gente los llamaba cariñosamente “los muchachos”, so pena de cárcel y tortura por pronunciar las letras de esa bandera roja. Es más, el mito dice que esos “muchachos” casi hacen la revolución sino fuera por Ronald Reagan. Los “muchachos” no solo eran el aparato militar, sino que representaban los valores de una utopía, la capacidad de repensar la sociedad y de ver más allá de las armas, de abrazar lo político. En 2019, los líderes del partido ya no son esas muchachas y muchachos de la nueva izquierda de los setentas, esa que se iba a la cama soñando con el foquismo de Guevara y se levantaba criticando el burocratismo de la envejecida izquierda prosovietica.

Así se convirtió el FMLN en el partido de las listas, de las memorizaciones de principios, del control de la burocracia, del silencio al disenso y de la subestimación de la voces populares. Es una maquinaria que quiere ser como ARENA, pero sin la capacidad alquímica que la derecha tiene para transformar la codicia en libertad. Parafraseando de nuevo a Marcuse, la lucha del humano es la lucha entre la vida profesional basada en la producción que mata el espíritu (Tanatos) y el placer erótico de hacer cosas que no tienen sentido productivo pero confieren profunda felicidad (Eros). De acuerdo a la visión de Marcuse, la política es una lucha entre dos extremos. En el FMLN, desde hace tiempo Tanatos mató a Eros. La obsesión del FMLN con sus listas refleja que al perderse la mística y el espíritu en un partido, solo queda la disciplina, el miedo a perder. Mientras que en ARENA, el amor a la acumulación es un placer en sí mismo, en la izquierda la ausencia de un sueño colectivo es la muerte. Cuando eso pasa, solo queda repetir la camándula burocrática.


Ricardo J. Valencia es Profesor asistente de la Universidad Estatal de California, Fullerton.

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