En defensa de los “ninis”

Nini” es de los términos que menos me gusta: se asocia con una carga muy negativa. Culpabiliza al individuo. Ni estudia ni trabaja. Que tal mejor un “no puede estudiar, no puede trabajar”. Es como primo hermano de “es pobre porque quiere” y de “hay que echarle ganas”. Si el “nini” se asocia con haragán, no es más que la pastillita de siempre, de trasladar a la voluntad del individuo los problemas sociales. Además, es un término foráneo que está lejos de la realidad, al menos de la realidad latinoamericana.

Me he dedicado a estudiar las condiciones laborales en El Salvador y otros países y no hay manera de que uno se escape de los “ninis”. El término es la “tropicalización” de los NEET (Not in Employement, Education or Training), y, como se imaginará por el inglés, era considerado un fenómeno muy lejano a las condiciones latinoamericanas, más bien se usó al principio en Gran Bretaña y luego en otros países como Japón, donde también se le asoció al famoso término hikikomori, un problema mucho más complejo. No obstante, también hay una parte asociada al otro lado, las condiciones de inserción en el mercado de trabajo y al sistema  de educación de los jóvenes, que no sólo competen a los jóvenes, sino a toda una estructura, gobiernos y empresas incluidos.

¿Pero usted conoce algún “nini”? ¿Es realmente haragán o haragana? Tomemos el ejemplo salvadoreño. Según datos de la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples (EHPM), para 2014 no asistían a la escuela y no trabajaban 487,453, es decir el 26.76% de la población entre 15 y 29 años. Es decir, poco más de 1 de cada cuatro se encontraría en esta situación. No obstante, podemos empezar a desglosar esta población y quizás nos demos cuenta de que las cosas no son tan sencillas.

ninis

Fuente: elaboración propia con información de la EHPM, 2014.

Para empezar, la mayor parte de “ninis” son mujeres (74.6%). Como la encuesta no da información sobre el trabajo no remunerado doméstico y de cuidados, nos plantea la incertidumbre de si realmente estas mujeres se quedan limpiándose las motitas del ombligo en su casa o, como sabemos que sucede, muchas mujeres asumen parte del trabajo reproductivo dentro de los hogares.

Para acercarnos muy superficialmente a esta situación, se me ocurrió separarlas por si se declaraban como cónyuges en el hogar y si en este hogar se declaraban hijos, por aquello que en el caso de las mujeres en el tránsito entre la escuela y el hogar a veces se interpone la unión. De esas mujeres “ninis”, el 38% se declara como esposa dentro del hogar, y de éstas, el 87% declara que hay hijos dentro del hogar. En el caso de las que no se declaran como cónyuges (61.5%), se me ocurrió revisar si en estos hogares existen menores que podrían necesitar cuidado, como una aproximación a las posibles cargas de cuidado que tengan, y en efecto, estas mujeres “ninis” viven en hogares con presencia de menores (el 74.5%).

En el caso de los ninis varones,  desglosé por condición de actividad. Esto resultó relevante, puesto que prácticamente 6 de cada 10 hombres “ninis” se declaran desempleados. Esto quiere decir que es una población disponible para trabajar y que buscó activamente trabajo la última semana. Si el “nini” en cuestión no buscó activamente la semana pasada (aunque quizás sí la antepasada y hace tres semanas, pero esta semana se cansó), este “nini” ni siquiera se contabilizará como desempleado. Para las mujeres, la condición de actividad no resulta tan importante, pues sólo el 9% se declara como desempleada.

Si bien no está clara la participación de los jóvenes varones en las tareas del hogar, me pareció que para los no desempleados habría que ver si hay cargas en su hogar, y en efecto, para los “ninis inactivos”, mantienen alta presencia de menores de 15 años en los hogares que residen (55%).

Todo este desglose de quiénes son los “ninis” es una invitación a alejarnos de decir de buenas a primera que son haraganes. Que no hacen nada. Tampoco es una epidemia, ni nada alarmante. Es normal que entre las transiciones de los jóvenes entre la escuela y el trabajo no sea un camino sencillo y existan algunas trayectorias menos normativas que otras. Quizás usted sí conozca a un holgazán, pero pregúntese realmente si su mirada le alcanza a ver a todos los jóvenes salvadoreños. Tampoco este es un ejercicio de anular la voluntad personal y no reconocer que la labor personal no pesa en las trayectorias de los individuos. No. Pero hasta aquí me alcanza mi mirada, ayudada con datos, hasta hoy.

¿La política anunciada por el presidente servirá? No lo sé. Sin información del diseño y la implementación no lo puedo decir. Pero lo que sí es que no me parece que sea exactamente populista si está apuntada hacia un grupo vulnerable y que más bien busca, en buen idioma capitalista, resolver el llamado desempleo friccional (producto de que no existe información completa). Si lo pensamos, más bien, es una política muy alineada con los intereses empresariales y no debería de causar el escozor que parece haber hecho. ¿La política me gusta? Quizás no tanto, pero eso es plática de café.


Lee además “¿Qué queremos?”, la opinión de Ricardo Valencia.

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