Bukele se corona con una vapuleada pública a sus adversarios

 La ceremonia de traspaso de mando del presidente Nayib Bukele quedará en la historia. Miles de sus correligionarios insultaron durante horas a los diputados de la Asamblea Legislativa y al presidente saliente, Salvador Sánchez Cerén. Un escarnio público para sus adversarios.

Foto FACTUM/Salvador Meléndez


¡Fuera! ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Culeros! ¡Mañosos! ¡Mañooosooos! ¡Devuelvan lo robado!

Aquello parecía un desfile bufo. Fue una especie de castigo o juicio burlesco en el que los diputados y el expresidente caminaron en procesión por una plaza pública en medio de insultos a gritos de una enorme multitud.

Miles de personas abuchearon durante horas a los diputados de la Asamblea Legislativa y al expresidente Salvador Sánchez Cerén durante la toma de posesión del nuevo presidente salvadoreño Nayib Bukele.

Una simpatizante del presidente Nayib Bukele en la Plaza Gerardo Barrios, en San Salvador, el sábado 1 de junio de 2019. Foto FACTUM/ Salvador MELENDEZ

La ceremonia de traspaso de mando celebrada este sábado 1 de junio en la plaza Barrios, en el centro de San Salvador, fue particular. El acto protocolario, que durante décadas se realizó en un evento cuasi privado en el Centro Internacional de Ferias y Convenciones (CIFCO), esta vez se hizo frente a una multitud de seguidores de Bukele en una de las plazas más icónicas del centro.

Desde las siete de la mañana, la plaza frente al Palacio Nacional estaba abarrotada y enormes colas de gente esperaban a entrar.

La zona central del parque parece ser la más incendiaria, la más burlona y la que más fuerte grita e insulta a los diputados, al presidente saliente y a todo aquel que se deje ver. Parece que la batuta de los gritos y las puteadas en esta zona de la plaza la llevan tres. Son tres hombres treintañeros. El primero es bajito y usa una camisa celeste, un sombrero y gafas de sol. Él dirige los gritos con doble sentido y chistes sexistas. Dice llamarse Marlon. El segundo es gordo y moreno, usa una camisa gris y cuando grita lo hace tan fuerte que parece que algo se le va a romper en la garganta. El tercero es delgado, trigueño y carga en sus hombros a su hijo de cuatro años al que le ha puesto unos lentes de sol. Digamos que es el más calmado de los tres, aunque tiene un gusto particular por mencionarle la madre a los funcionarios.

Hace rato estos tres no se conocían, pero ahora parecen mejores amigos. Están distanciados por unas ocho personas de por medio, considerando que parecemos sardinas enlatadas en esta zona. Los tres se hacen bromas sin verse a la cara, y se responden a gritos. Bromas en doble sentido, a veces por que estamos muy topados, otras porque alguien se queda callado, otras porque alguien se aventó un pedo y nos ahogó a todos.

La gente de alrededor sigue los gritos de ellos o se ríen a carcajadas con sus chistes.

Poco antes de las 9:00, hora a la que el acto debía empezar, Marlon y los suyos se dedican a putear a los invitados especiales. Estos están frente a la tarima instalada en la fachada del palacio. Los de adelante y están separados de la gente que no recibió una invitación y dulces típicos por un cerco metálico.

Los insultos de Marlon y los cientos que lo siguen son porque los invitados especiales no se sientan y el acto no puede empezar.

–¡Ey! ¡a la puta! ¡Ustedes no se sientan y nosotros queriéndonos sentar!

El maestro de ceremonia habla por los altoparlantes y pide al público tomar su lugar para poder empezar. Marlon traduce aquello en sus propios gritos.

–¡Que se sienten, hijosdeputa!

Los primeros en ingresar a la tarima son 84 diputados de la Asamblea Legislativa. El desfile bufo empieza. Miles de personas, algunas dirigidas por los gritos de Marlon y los suyos insultan a los diputados durante unos cinco minutos hasta que se instalan. Los llaman ladrones, corruptos, culeros.

El diputado presidente de la Asamblea, Norman Quijano, toma la palabra y apenas puede escucharse por las puteadas y los silbidos.

–¡Ey! ¡oigamos, hombre! ¡Oigamos al tacuacín!, dice Marlon. Pero parece que la gente lo sigue cuando es para gritar, no para callarse.

–¡Quiere llora! ¡Quiere llorar! ¡Quiere llorar! ¡Ooouuu!, gritan cientos alrededor.

El protocolo de la sesión solemne pide que un diputado de la junta directiva pase lista de los diputados. Mario Marroquín, de Arena, lee, uno a uno los nombres y dice si están presentes o ausentes. La multitud en general hace lo suyo por cada nombre.

–Guillermo Antonio Gallegos Navarrete.

–¡Mañoso! ¡Mañoso!

Presente.

–Yanci Guadalupe Urbina González.

–¡Mañosa! ¡Mañosa! (silbidos).

Presente.

–José Francisco Merino López.

–¡Bolo! ¡Bolo! ¡Mañoso! ¡Bolo chuco, bolo chuco!

Presente.

–Rodrigo Ávila Avilés.

–¡Fuera! ¡Fuera!

–Nidia Diaz

–¡Fueeeraa! ¡Mañosa! ¡Mañosa! ¡Mañosa!

Presente.

Guillermo Gallegos del partido GANA en la Plaza Gerardo Barrios, en San Salvador, el sábado 1 de junio de 2019. Foto FACTUM/ Salvador MELENDEZ

Los diputados caminan como si no escucharan algo que es estridente y que corre con el aire: “¡Corruptos!”, se alza en coro. “¡Ladrones!”, resuena una y otra vez. Centenares abuchean a aquellos funcionarios que parecen desfilar hacia un paredón. Nayib Bukele los entregó en bandeja a miles de sus seguidores que hoy celebran su nombramiento como presidente de El Salvador.

–René Portillo Cuadra.

–¡Mañoso! ¡Mañoso! ¡Mañoso!

Presente.

–Jorge Shafik Handal Vega

–¡Fueeeraaa! ¡Ladrón!

–¡A la puta! – grita Marlon, cansado de gritar por los veintitantos nombres que van – ¿Y a qué horas termina la lista de la escuela?

–Son ochenta, le contesta su colega. ¡Puta! Y apenas van veinte.

–Donato Eugenio Vaquerano Rivas

–¡Mañoso! ¡Mañoso! ¡Mañoso! ¡Mañoso!

Presente.

–Ricardo Velásquez Parker.

–¡Mañoso! ¡Mañoso! ¡Culero! ¡Mañoso!

–Mirá cómo se está riendo la culera ahí en la mesa – imita el colega gordo de Marlon – “Mirá cómo nos dicen mañosos, y nos faltan dos años”, remeda.

–¡Devuelvan lo robado! ¡Devuelvan lo robado! – grita la multitud al fondo.

Se declara abierta la presente sesión solemne, dice Norman Quijano cuando la lista está completa.

–¡Apúrense, pues, queremos ver a Nayib! – grita la multitud.

Si esta plaza fuera un reflejo del malestar social de todo un país, dejaría en evidencia el hartazgo hacia los partidos tradicionales. Los salvadoreños evaluaron a sus funcionarios como si se tratara de un escrutinio público. Y no les perdonaron nada. “¡Mañosa!”, añadían cada vez que escuchaban el nombre de una diputada del FMLN que ellos acusan de corrupta.

Ahora es el turno de los invitados diplomáticos, presidentes y representantes de otros países para pasar a la tarima. Esta vez, los gritos de la multitud no son puteadas. Son más bien chistes o bromas de doble sentido.

El maestro de honor anuncia los nombres y la multitud responde a gritos.

–Excelentísimo señor presidente de la República Árabe Saharaui Democrática (Brahim Ghalí).

–¡Uhhhh! ¡Ahí vienen! ¡Abuela, siete maridos le van a dar! – grita Marlon.

–¡Ahí vienen los camellos!  – contesta a gritos el más calmado de los tres que lideran los gritos. La multitud que los escucha grita y aplaude.

–¡Puta, el padre es vos! – grita otro.

–No, es que así es la vestimenta oficial de ellos – contesta Marlon, siempre a gritos, sin ver a su amigo.

–Excelentísimo señor presidente de Colombia (Iván Duque Márquez).

–¡Ahí vienen los narcos! ¡Ahí viene la droga!

–Excelentísimo señor presidente de Bolivia, Evo Morales.

–El único presidente comunista que han invitado – comenta Marlon.

–¡Nos hubiera traído coca! – gritan.

–Nombre, el de Colombia le dijo que no, que él traía – chista de nuevo Marlon.

–Excelentísima señora secretaria de Estado ante el ministerio de Asuntos Exteriores y de la cooperación internacional en calidad de Representante de la Casa Real del Reino de Marruecos

Todos gritan “¡Ohhh!”.

Marlón contesta con otra broma.

–Puta, le ponen otro título y terminamos hasta allá por febrero.

El presidente de Bolivia Evo Morales durante la toma de posesión del presidente Nayib Bukele, en la Plaza Gerardo Barrios, en San Salvador, el sábado 1 de junio de 2019.
Foto FACTUM/ Salvador MELENDEZ

Es el turno del presidente saliente, Sánchez Cerén.

Cero aplausos. Muchos abucheos. Y el señor presidente, en su último baño de pueblo, no era querido por la masa que gritaba ¡fuera, fuera, fuera! Un “corrupto” por ahí, otro “devuelva lo robado” por allá. El “profe” camina por la alfombra roja con su eterna sonrisa tatuada en su rostro.

Cinco años de gobierno se pueden describir de dos formas: un prolongado silencio y centenares de abucheos.

El maestro de ceremonia lo anuncia.

¡Fuera! ¡Fuera! ¡Mañoso! ¡Mañoso! ¡Mañosos! ¡Ahí vienen ve! ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Mañosos! ¡Nuegado! ¡Nuegado! ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Devuelvan lo robado! ¡Devuelvan lo robado! ¡Devuelvan lo robado!

Por las enormes pantallas que hay distribuidas por la plaza se ve llegar a Sánchz Cerén al pie de la tarima. El presidente saliente empezar a subir las gradas y los diputados lo miran impávidos. La diputada Nidia Diaz se inclina hacia él y le aplaude.

Sánchez Cerén saluda con un abrazo a Evo Morales

¡Ay! ¡Dale un beso! ¡Mañoso! ¡Nuegado! ¡Nuegado! ¡Nuegado! Jajajajaja ¡Nuegado! ¡Nuegado! ¡Nuegado!

¡Fuera! ¡Fuera!

Ha llegado el turno de Nayib Bukele.

Cuando al fin sube hacia la tarima, minutos después de Sánchez Cerén, el público vitorea, dice su nombre, sonríe, alza su retrato plasmado en pósters o camisas. El ahora presidente de El Salvador se ha convertido en una figura de culto para jóvenes y adultos, que lo miran como una esperanza, como la única salida a “los mismos de siempre”.

Nadie, salvo él y probablemente su gabinete, tiene claro a esta fecha hacia dónde se dirige su estrategia ni cómo combatirá asuntos tan básicos para el país como la violencia. Hoy tampoco los salvadoreños conocieron los planes del presidente, quien mantiene con hermetismo su plan de gobierno.

Mientras Bukele hablaba, la multitud aplaudía. “Lo acompañamos donde usted quiera, presidente”, dijo una mujer.

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