‘Black Mirror’ se pierde en su propia oscuridad

Para una serie que presume de exponer ambiguedades éticas inesperadas, la cuarta temporada de Black Mirror se siente más obvia que probable.

[La siguiente reseña comenta algunos detalles específicos sobre la cuarta temporada de la serie de televisión “Black Mirror”]


Dándole la bienvenida a un nuevo año donde nadie tiene idea de lo que pueda suceder, bajo el árbol navideño Netflix nos dejó la nueva temporada de Black Mirror, nítida y nueva. Pero como muchos recordarán de fiestas pasadas, la caja de regalo más bonita suele ser una trampa. Si Black Mirror es el equivalente a esperar por un iPhone, lamentamos informar que este año Netflix nos regaló calcetines.

Esta cuarta temporada introduce seis nuevas historias de horror tecnológico:

  1. El control absoluto  sobre un mundo fabricado en USS Callister.
  2. El problema de la sobreprotección maternal omnipresente en Arkangel.
  3. El poder de las memorias en Crocodile.
  4. Un sistema que pone a prueba el amor en Hang the DJ.
  5. Perros mecanizados versus personas en Metalhead.
  6. Un muestrario de inventos desviados en Black Museum.

Si algunas premisas suenan un poco trilladas es porque definitivamente lo son. A medida que se avanza en los episodios, la reverencia que podía haberse reservado para verlos es sustituida casi instantáneamente por la desilusión; esa misma que se siente cuando un viejo amigo se va a otro país y regresa siendo alguien no solo distinto, sino peor. Precisamente ahí está el fallo de esta temporada: no es auténtica a su esencia.

El primer problema es de fórmula. Black Mirror conversa con tres variables: tecnología, realidad, motivación. Cada variable puede tener una cualidad: presente o increíble. Para que un episodio de Black Mirror funcione, al menos una de las variables tiene que poseer una cualidad distinta; es lo que permite plantear una pregunta:

¿Qué pasa si decido volver las tres variables presentes?

Pasa que la historia se vuelve obvia.

Es decepcionante adivinar el desenlace de una serie cuya fuerza descansa, precisamente, en no saber qué demonios puede suceder. Es desesperante ver un intento de experimentación que en  lugar de girar 180 grados, llegó a 360 y se desvistió de su mejor cualidad: lo irreal. Más que eso, es aburrido ver una serie de suspenso que por volverse tan real no logre suspender tu incredulidad.

Seis nuevos episodios aparecen en la cuarta temporada de “Black Mirror”, que fie estrenada el pasado 29 de diciembre.

El segundo problema es el lugar que ocupa la tecnología en la trama. De ser pivote o catalizador, ha pasado a ser un mero accesorio. Lo que es peor, ha relegado la tecnología a calidad de gadget, siendo esta una noción anticuada en un mundo donde absolutamente todo es un gadget. Aunque el drama humano es fundamental, no es el corazón de la serie. Black Mirror sin tecnología es cualquier serie común y corriente con una tablet agregada.

USS Callister, Black Museum, y hasta cierto punto, Hang The DJ, cumplen estos criterios y son los episodios que realmente sostienen la temporada. De Black Museum, específicamente, pudieron haberse nutrido al menos tres episodios más con mayor peso y provocación que el resto.

Sin embargo, el tercer problema del que adolecen todos los episodios es cuestión de tono. Esta temporada se siente terriblemente americanizada en temas, complejidad y conclusiones. Resulta insoportablemente familiar, fácil de observar… precisamente lo opuesto de la experiencia que Black Mirror se ha preocupado por cultivar en el pasado. Una traición así solo tiene dos explicaciones: o Netflix se ha doblado demasiado frente a las demandas del público; o alguien hizo enojar lo suficiente a Charlie Brooker como para que decidiese no hacer nada de provecho entre el episodio dos y cinco.

Aún así, esta no es una invitación a ignorar esta nueva temporada. No hay mejor manera de comprobar la calidad de algo que siendo testigo de ello. La recompensa —y la esperanza para futuras entregas— tal vez sea que en los episodios donde la esencia de Black Mirror brilla, lo hace con la misma luz inquietante de siempre. Hagamos cadena de oración correos para que nuestra serie tecnológica favorita regrese al mal camino, como maestro de ceremonias de un tiempo para el que no estamos del todo preparados.

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